miércoles, 15 de mayo de 2019

Una España partida





Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Machado

Viernes. 10 de mayo. 2019 

Quedé con un amigo en que me recogería a eso de las siete de la tarde. Mi casa está de Campos del Río, no más de media hora en coche. Quince kilómetros tan sólo. Teníamos tiempo de sobra. Desde que allá por la década de los noventa me destinaron de maestro a este pueblo, bien sabido lo tenía. Pero eso era antes, allá por el siglo pasado, cuando mi memoria estaba fresca como las rosas al rocío de la mañana y las autovías no habían enmarañado con sus redondas y salidas los caminos de herradura y senderos de cabras por los cuales yo entonces tan divinamente me desenvolvía.

No sé lo que nos pasó. ¿Confundimos Ceutí con Alguazas? La cosa es que como abducidos aparecimos por barrancos y huertos de melocotoneros y almendros más allá del Trasvase. Menos mal que el castillo de Mula, con su torre entre los azules del cielo, nos advirtió de nuestro yerro y disparate. Tardamos en llegar al Consultorio Viejo donde tenía lugar la Presentación, más de dos horas. El Acto había empezado, el salón estaba de bote en bote. No pudimos entrar. No cabía ni una aguja. El día había sido tremendo de calor, sofocante. Unas cervezas en tertulia con algunos hombres del pueblo aliviaron en el bar Pusckas nuestro malhumor por haber llegado tarde. De allí no nos moveríamos hasta, una vez terminada la Presentación, abrazáramos a Juan Abenza. Luego nos hicimos con su libro Campos del Río en tiempos de guerra

Esa misma noche, nada más llegar a casa empiezo el libro. Voy a ser sincero. La introducción me pone en guardia. ¿Objetividad, exceso de buenismo? Bien sabe el autor que nuestra confianza está a partir un piñón. Sé de su buen obrar y conciencia. Pero a mi recuerdo vinieron sin querer aquellos versos de Gabriel Celaya: Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Luego me pregunté: Si una madre tuviera dos hijos en el frente, uno en zona roja y otro en zona nacional ¿por cuál de ellos apostaría sin menoscabo del otro? Y a renglón seguido el mismo Juan Abenza a la usanza de los antiguos filósofos de Grecia, me contestó con otra pregunta: ¿Qué importa el bando que ganó la guerra, si a fin de cuentas, la perdió España, la perdimos todos? 

Abenza Valverde tiene alma de historiador, corazón de poeta, mente arqueológica, no descansará hasta no dar con la cara de un antepasado, unir y estrechar los huesos dispersos y enfrentados de un pueblo sobresaltado y confundido. Él pondrá ante nuestros ojos los mimbres, los acontecimientos, los hechos, la evidencia para que nosotros podamos hacernos una idea, encontrar algún sentido al sinsentido de la historia y sus veleidades. Por mi parte reconozco que sería morboso preocuparme tan sólo por saber quiénes fueron los buenos y quiénes los malos. Pero mis luces oblicuas no me dejan poner en un mismo saco tanto a unos y a otros. Ya lo dijo Campoamor: Todo depende del color del cristal con que se mire. Pero las cosas son como son. Las naranjas, amarillas; verde, las habas. Y el corazón, rojo como el bermellón de la sangre. O con palabras del autor: Sólo hace falta (un poquito al menos) ponerse en lugar del otro, que en algo llevará razón.

Ya son las doce de la noche. Sumergido placenteramente estoy en la lectura de este campero insigne:
… 18 de julio, pleno verano y mucho calor, los camperos se hallaban en plena faena de la trilla… El enorme descampado de las eras hervía… entre cantares, gritos de arre mula y horquetas aventando la paja…


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