domingo, 17 de marzo de 2019

Flores que huelen a pescado







En su día, el crimen cometido por Louis Althusser, ideólogo y divulgador marxista no logró enturbiar mi admiración y agradecimiento hacia este pensador que definió su filosofía como materialismo del encuentro. Sus textos alimentaron mis años jóvenes de ideas entusiastas en pro de la justicia y el compromiso político. Sus escritos eran la fuente de donde toda una generación, -la del mayo del 68-, bebíamos ilusionados por ver la manera de cambiar el mundo.

Este reconocido filósofo francés, director de estudios de la Escuela Normal Superior francesa, aquel tercer domingo de noviembre de 1980, se auto acusaba de haber matado a su esposa. Las autoridades, en un principio, no creyeron al profesor. El médico que le atendió, al percatarse del estado atolondrado de Louis, ordenó de inmediato su internamiento psiquiátrico. El cuerpo de su esposa no presentaba señales de violencia alguna; pero la autopsia reveló que la mujer había sido estrangulada.

Me abstuve ya en aquel tiempo, hace ahora casi cuarenta años, de hacer comentario alguno contra la honorabilidad de este intelectual. No sólo yo. La reserva internacional fue casi unánime. Nadie podía imaginar que de cabeza tan lúcida pudiera brotar comportamiento tan macabro. Desconocía yo las razones que habían llevado al pensador y crítico francés a cometer dicho asesinato. ¿Locura, limpieza política, despecho pasional, discrepancias sexuales? No se sabe. Se ocultan las razones. El guión patriarcal de aquellos años así lo pide. Tampoco recuerdo voces contra la violencia de género a raíz de aquel suceso. Quería yo con todas mis fuerzas que dicho uxoricidio no se hubiese producido, o que en su caso, se debiera a un enajenamiento incontrolado y por tanto no imputable a su autor. Deseaba que su criminal arrebato nada tuviera que ver con la estructura argumental de su doctrina filosófica. Era tal mi fe en sus planeamientos que no podía concebir que razonamiento y oscuridad fueran de la mano, que la verdad y la maquinación pudieran caminar juntas. Así que ya entonces me hice la pregunta que hoy aún no he sabido responder:
¿Cómo es posible que existan flores y, que a pesar de su belleza, huelan a pescado podrido?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario