miércoles, 6 de febrero de 2019

Semifinal de la Copa. Barcelona-Madrid






¿A quién podría yo reclamar ser un cero patatero en tantas cosas?

Pero que conste que, aunque me cueste las perras y pierda dinero, me enorgullezco de ser un gilipollas ignorante en asuntos financieros.

No entiendo que una entrada para la semifinal de la copa Barcelona-Real Madrid multiplique por cien su valor inicial. Nunca vi yo con buenos ojos esas agencias de reventas, subastas y apuestas, prestamistas, loterías y casas de juego que, sin pegar un palo al agua, se atreven a cambiar el precio de cualquier mercancía por encima de su valor real. Argumentan su avaricia y especulación desproporcionada con el pretexto de la oferta y la demanda, la elucubración bursátil de un rentista anónimo, o la salida al mercado de dicho producto por la necesidad subjetiva o ficticia de un desalmado hambriento de dinero. Para mí, al igual que aquel político metido a filósofo, un vaso siempre será un vaso. Y un billete de cincuenta euros, ni en el norte ni en el sur, te da para pagar la luz.

Pero por razones de fuerza mayor, (¿el instinto, la pasión, el vicio?) ¡Qué más da! El caso es que tuve que pasar por el aro. Recurrí a una de esas plataformas para adquirir mi localidad para al partido del clásico entre estos dos rivales. Allí me indicaron que el precio de mi entrada, por tratarse de un evento muy popular, podía ser alto. Aun así, llevado por mis locas ganas de hincha embrutecido le di a la casilla Acepto. Y vi como al momento voló de mi cuenta una suma muy superior a mis cálculos y posibilidades. Sorprendido busqué la manera de anular mis entradas. Así lo hice, pero poniendo mis papeletas a la reventa, pero al mismo precio que en taquilla. Nunca me atrevería yo a valorar una cosa por encima de lo que cuesta, para no caer en el mismo delito que denuncio. De nuevo me volvieron a informar muy educadamente:
¡Enhorabuena! Tus entradas para el Barcelona-Madrid se han vendido a otros nuevos compradores. Lo único que tienes que hacer ahora es ponerte cómodo, nosotros nos ocuparemos del resto ¡y a esperar tu pago!
Saqué números. Mis pérdidas por esta simple operación, descontando el precio real de las entradas, sumaban casi las dos terceras partes de mi pensión. Y me pregunto ahora: ¿dónde coño habrán ido a parar los machacantes del valor sobreañadido de estas ganancias? Se lo pregunté a Stuart Miil, a Karl Marx y también al último premio nobel de economía de cuyo nombre no me acuerdo. Todos ellos me hablaron de plusvalías, de trueque, de las tasas de acumulación de capital. No entendí ni papa, Sólo sé que en mi operación futbolera perdí una pasta gansa. Nunca más volveré por estos pagos.

Luego regresé a mi papanatismo ilusorio del que nunca jamás debí haber salido, a mi falansterio utópico, donde tres siempre fueron tres y no, tres por cuatro, allí donde nadie osaría darte gato por liebre, así en la tierra como en el cielo amén.



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