sábado, 23 de febrero de 2019

Literatura follow





Cuando escuchó por boca de su agente literario ser escritor no consiste sólo en escribir, sino sobre todo en saber vender tu libro, le entraron ganas de propinarle un cocotazo con el canto del manuscrito. Mi novela, –replicó el muy vanidoso-, no es un pollo envasado al frío en el escaparate de una carnicería que oferta patas de gallina o mondongos de cerdo viudo a los mileuristas del barrio.

Su agente literario insistía:
Dime, ¿cuántos seguidores tienes en Facebook?
Cero patatero, que diría Aznar el de las Azores.
¡Pues eso es lo que vales! En esta cultura de celebridades y veleidades donde la publicidad, los slogans y las campañas de venta y consumo son el rien ne va plus, si no te lee nadie, no existes. Todo escritor vive, se alimenta y engorda de sus lectores. Antes de publicar tu libro deberías, amigo, embadurnar de miel tu muro para que tus fans cual moscas golosas… Estamos en la era de la literatura follow. El seguidismo.
El escritor se avergonzaba, se negaba a ser un mercachifle de su propia obra. Él escribía para aclararse, para comprender el sinsentido de las cosas, el secreto de las palabras, trascender el tiempo, vencer la muerte, encontrar la piedra filosofal, ser el corifeo del arte, la conciencia de los colores, saber cuántas veces una mantis religiosa se lo piensa antes de devorar a su donjuán. ¡No para prostituirme! -decía.

Como todos los que escriben, leen o aquellos otros ninis que no hacen ni una cosa ni otra, este hombre, como cualquier bicho viviente, aunque renegara, o se avergonzara, aunque dijera que él no había nacido para trapichear con la inspiración, don que él consideraba divino... Si lo hiciera pecaría de simonía.

De nuevo su agente literario que, a la vez era su editor, atacaba de nuevo:
Te engañas. Nadie escribe para que los cuervos devoren su obra. El mayor delito, esa simonía de la que hablas, es mentirte a ti mismo. Tú no eres más que esos que deliran ser follaje de usuarios a mogollón con frases rociadas con kétchup, gerundios y otros sustantivos prêt à manger, a las puertas de tu blog.
Lo que de verdad le dolía a este embozado petulante escritor es que nadie se paraba a comentar un texto de su autoría. Desde que publicara por su cuenta Las puertas de Plutón, aquel libro en el que había puesto tantas esperanzas y apenas consiguió vender media docena de ejemplares, no hacía sino despotricar de la literatura follow. La única manera de reivindicarse era decir: los demás no escriben, sólo escupen, plagian, farfullean.

Pero llegó el día de la Robotización, y el escritor engreído y frustrado, -adjetivos, ambos, cara y cruz de la misma moneda-, aquel que jamás había vendido un libro en su vida, y al que le daba tanto reparo mercadear con sus irreprochables creaciones, se subió al carro de las tecnologías. Se bajó de Internet una aplicación buenísima. Con sólo pulsar los distintos inputs del protocolo marcado cocinó La novela mejor escrita. Hoy se vende en Amazón como morcillas. Y además te regalan una lata de callos a la elipsis.

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