viernes, 13 de abril de 2018

La mesa no es una bicicleta




El sustantivo “mesa“ no es una mesa-, pero el mero hecho de escribir “mesa“ me transporta a su esencia, a la idea de mesa. Y así cuando escribo “mesa“ me veo inmerso en su realidad, comiendo en ella. Podríamos haber pactado llamar bicicleta a la mesa, pero desde que decidimos llamar mesa a la mesa, es este el nombre que por naturaleza mejor le corresponde. Cuando el bebé escucha la palabra teta, de su boca empieza a regurgitar ya la saliva en su lengua.

Y así me uno a aquellos partidarios de conferir naturalidad al lenguaje. Al verme falto de explicación real en la naturaleza, en la política, en la historia, acudo a la palabra como la significación más ajustada por su simbolismo, donde así por su indefinición real me siento y me veo más cómodo que en cualquier otro mundo “físico“ y concreto que no entiendo.

Llamadme idealista, platónico o iluso si queréis, pero en esta fantasía de dar a los nombres la significación que preciso encuentro yo consuelo. Consuelo que no es lo mismo que explicación, ¿pero, qué otro camino me queda, sino el de andar por los boscosos senderos intransitables de las palabras, velamen figurado de una realidad trascendida y acorde con mis utopías y gustos?

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