domingo, 28 de enero de 2018

El libro de la vida


En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
(Góngora)

Fuera la noche se acerca. El ciprés junto a la verja de la entrada vigila la casa. La noche se anuncia sola, noche cerrada. La sombra del ciprés despide su negrura. Estrellas pocas con desgana se asoman entre las nubes espesas. El perro y las gallinas duermen desde el atardecer. Un gato sigiloso atraviesa el cañar. Huye de la lluvia que arrecia. Los ingenuos gorriones sueñan con la generosidad del trigo. Un frío que pela se palpa en la humedad del tronco emborronado de la olivera. Dentro, junto a la chimenea encendida, escribo para no morir en hojas de piedra imperecedera. El olor a leña quemada me embriaga y me olvido del tiempo, del espacio y del oro bruñido que al fuego relumbra en vano. El momento es dulce. Vacía serenidad de un instante eterno. Estoy solo. Fuera, la noche también se las amaña como puede. No veo ni siento sus cristales de escarcha sobre mi piel avivada por la lumbre y su llama certera y viva. Quisiera robarle al tiempo su deslizante arena, detener y guardar sus agujas en estas palabras, tesoro activado, para que, una vez muerto, alguien lea, y a mí resucitarme pudiera. Así lo siento, aún en contra de esta mi mente letrada y huera.

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