viernes, 22 de diciembre de 2017

Entre el amanecer y el alba




El alba y el amanecer, aún siendo sinónimos, a mí me saben distintos. Amanecer es masculino, pero cada madrugada me sale al encuentro cual mujer irresistible desde un balcón inalcanzable, colmado de flores malvas. Amanecer, como verbo incoativo, denota temporalidad. Viene, y lo mismo se va. Su fugacidad es parecida a mi existencia, a la existencia natural de las cosas, esa bugambilla de mi tejado que el triste frío se ha cebado con ella esta madrugada. La transitoriedad del amanecer no solo no me llena, no me sacia, sino que además me deja aún más herido, más ansioso, como perro rabioso a quien se le engaña con un hueso delante del hocico para retirárselo al momento. De ahí tal vez, mi alocada pretensión cotidiana, jamás culminada. Mis ojos siempre vacíos tras el paso del amanecer, trozos de melodías de un piano que se pierden a mi paso por los ventanales del conservatorio de música por donde vuelvo a casa cada tarde, alicaído.

En cambio, con el alba no me ocurre lo mismo. Al ser sustantivo, su esencia no se quiebra por el tañido perecedero de un tiempo conjugado, no se rompe por un paso mal andado, declinado. El alba siempre está ahí, quieta, deleitándome con su calma, su inmutable permanencia. El alba, lejos del ajetreo cotidiano de la movilidad, permanece endiosada por encima de todos los espacios y dimensiones posibles, de todas las cronologías, de todos los sinsabores, desiertos, ríos y clamores.

Y despejado ya el problema de género de estas dos palabras, yo me desposaría, me fundiría con el Alba, ya no por su femineidad, o para verme libre de la necesidad del deseo, sino por permanecer eterno con el goce de su tranquila y serena claridad silenciosas. Pero, ¿de qué me serviría ser eterno, si no puedo conjugar con mi individual conciencia las ricas variaciones y detalles del fluir de un tiempo, con sus luces y sus sombras, sus irregularidades, sus condicionales y subjuntivos tan llenos de ruidos y esperanzas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario