Un niño mudo me dice
que me calle, que ya sabe
cómo se dice esa frase
que a mí de placer me hechice.
Una niña ciega admira
el color de la mañana
y es tan clara la alborada
que en ella el mundo se mira.
Niño cojo no camina,
pero corre por el río
y antes de que yo dé un brinco,
él ya ha llegado a la orilla.
Un niño sordo no habla
y en su mirada preclara
veo yo el mar a sus anchas
sembrado de voces blancas.
El niño mudo que habla,
el cojo niño que anda,
el otro sordo que oye
y la ciega de esmeralda
maestros son de mi alma.
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