Ricos, pobres, sociatas, populeros... También nos acompaña, en esta casa flotante, como a Noé, nuestra familia más íntima, los 29 renos de la isla de Saint Matthew, la jaula con el loro de Flaubert, nuestros credos, las Tablas de la Ley, la tortuga de Franco, la mascota de Mogli, Keynes y Maltus, Pablo Iglesias y Errejón, nuestro Mar Menor, (incluido La Manga), Herbert Marcusse y el Che Guevara, el Cristo de Monteagudo, el ángel y la serpiente del paraíso. Y hasta ¡el mismo paraíso! con nosotros se dirige hacia ese futuro incierto. Y ya nada nos separa a los que navegamos en este barco. Ni dioses, ni partidos, ni cruzadas ni gulags, ni españas ni bastos. No me imagino yo a dos condenados, minutos antes de ser ejecutados, frente al paredón de la cárcel, discutir por ver quien la tiene más larga.
La inminencia de un Apocalipsis nos hermana de tal modo que nuestras diferencias relegadas quedan. Teniendo como tenemos los días contados, deberíamos agradecer a esta avería estar todos de acuerdo en lo más urgente: taponar esta grieta por donde, (de no poner remedio), todos seremos pasto de los tiburones, e incluso los mismos tiburones que nos devorarán, perecerán también a nuestro lado abrazados.
Ayer noche en el Ateneo de Molina, con motivo de la proyección In the same boat, (Todos en el mismo barco), del cineasta catalán Rudy Gnutti, infinidad de problemas, ya de por sí incompatibles, me vinieron de golpe a la cabeza: natalidad, envejecimiento, robotización, productividad, renta básica, superpoblación, nacionalismos, inteligencia artificial, reparto justo, muros, ecologismo... Mi cerebro hacía agua por todas partes.
¿Por dónde empezar? Las matemáticas, aún siendo exactas, a mí sus números no me cuadraban. ¿Para qué quieren mis hijos cotizar a la Seguridad Social, estudiar ingeniería? Nadie echa vino nuevo en odres viejos, ni embaldosa la terraza, si sabe que lo que peligra son los cimientos de su casa.
Y hoy, mientras gasto el día esperanzado y gozoso ante un nuevo paradigma de inventos admirables y revolucionarios, al mismo tiempo me sumerjo en un mar escorado de incertidumbres y egoísmos múltiples. El problema no son las pelas ni la pasta, (dinero hay para todos). El problema es que nos estamos comiendo la gallina de los huevos de oro. Y la gallina anda loca sin corral donde arrebujar su lirondo y pobre trasero.
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