miércoles, 11 de febrero de 2015

Tiempos líquidos son estos




A nosotros los listos, a los de mirada de alto alcance y que fieles a nuestros principios y conclusiones nos cuesta trabajo dejarnos llevar por la vorágine inmediata del sufrir de las gentes:

Callados hemos estado durante toda la hégira peperiana. Y ahora, cuando desbancar a la derecha es posible, sembramos el pánico y el temor en los esperanzados que no saben de dogmas, ni estrategias, sólo quieren salir de su agujero. Tendemos puentes de plata al Enemigo Común.

Sacamos nuestros títulos a relucir, nuestros análisis más certeros, nuestro currículo farandulero y homologado de la faldriquera de nuestra sapiencia de salón. Tantos unos como otros restregamos por los morros hambrientos del pueblo nuestro recio intelecto provocador y humillante.

Démosle a una madre a elegir entre saciar el hambre de sus hijos y la firmeza de un racionamiento político consolidado. Sí ya sé, le diremos lo de la caña y el pescado, pan para hoy hambre para mañana, le hablaremos de la fidelidad a las ideas y otras aporías y verdades en las que todos creemos. Pero hay cosas que la razón de los desfavorecidos no entiende: el corazón de un padre abuelo que tiene a sus cuatro hijos en el paro, come en Jesús Abandonado y está a punto de arrojarse de la terraza del piso del que mañana unos policías lo sacaran de su casa a porrazos. Populismo o muerte. Y me vienen ahora las palabras de Manuel Bartolomé Cosío, con motivo de las Misiones Pedagógicas de la República: No venimos a pediros nada. Al contrario venimos a daros de balde algunas cosas...

No es mi intención utilizar el victimismo, los desahucios, la pobreza como moneda de un cambio político. Tampoco, favorecer la desafección política; todo lo contrario. Pero harto estoy que siempre, los de abajo sean instrumentalizados por unos y por otros, por Podemos y por los de No Podemos. Escucho las advertencias de unos y otros:
Podemos es una olla de grillos donde se cobijan ultras, radicales, nacionalista de nuevo cuño, frentepopulistas, falangistas, neo anarquistas y fascistas,  sospechosos y trepas, siempre al abrigo del viento que mejor sopla. Y los de No Podemos: unos tragapanes.
Creemos en la coherencia de nuestros análisis certeros, de hormigón homologados, serios, Sabemos que nuestras teorías no son flor de un día como el pan del Padrenuestro, que están contrastadas por la experiencia, por la historia, por el rigor de la sociología. Pero deberíamos preguntarnos, si los tiempos que corren son más bien líquidos, fluctuantes, no definitivos, tendentes a la configuración de una nueva era. ¡Ay, cómo me asustan estas palabras proféticas y altisonantes!

Los de espíritu correctamente político replicamos que la desesperación no es buena consejera, que no nos llevará a buen puerto. 

Pues entonces decidme, ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Dejamos que la gente se muera en el camino? ¿A qué esperamos? ¿A otros tantos años de desgobierno? ¿Acaso no fue la Transición, la que todos hoy invocamos como el mejor santo de nuestra devoción, la que nos llevó a derribar otrora en comisiones y plataformas aquellas vetustas políticas deshonrosas y de cuño fascista? Hagamos hoy primero, lo urgente: derribar (con las urnas) este Gobierno. Y luego mañana, que cada cual se ubique o configure su mejor partido político. Tiempos líquidos son estos. No sólidos e inamovibles como los de antaño.

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