Le engañó la carne
y creyó de ella
ser enamorado.
Le engañó la luna,
y el arco iris,
la brújula de los dioses
y el señor de los metales.
Le engañó el futuro,
los violines venideros,
los pañuelos del pasado,
los pañuelos del pasado,
las trompetas del podemos.
Le engañó el deseo
y los débiles queremos;
se quebraron sus cimientos
y los azules del cielo.
Y cual aquella culpa
feliz del evangelio,
de su jodido engaño,
al escribirlo en verso,
al escribirlo en verso,
brotó el conocimiento
dolorido y tierno
de un grato sentimiento.
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