viernes, 20 de junio de 2014

Para qué tanto





¡Para qué tanta inquietud y alboroto, si el final será la calma! Mejor vivir ahora, si es posible esta calma después del aguacero, que no luego, cuando sintamos el desasosiego sobre la tierra donde nuestro cuerpo desalmado caiga.

El hombre es como la calle de san Juan, tras la lluvia de ayer tarde en Azulada que arrastró todo lo bueno revuelto con el lodazal, la muñeca de la nieta, el paseo ilusionado del viejo, la partida en el Hogar y un paraguas destrozado ante la incredulidad de un árbol.

Y aún así, a pesar de la tristeza, a pesar de su connatural bioquímica y depresión heredada del Cerro de los Santos, tierra oscura y seca y de avenidas, el instinto le lleva al hombre, nada más levantarse, al huerto. Y allí se lava los ojos depresivos con el rocío y el color de los donpedros. El encendido de las flores le dice al hombre:
¡Para qué tanto, si con tan poco basta! Los donpredros crecemos bellos, alegres y ociosos  por doquier, en los ribazos y rincones sin que mano alguna, ni artista señalado nos pinte y siembre. ¿Para qué tanto, si lo que con tesón y esmero tú plantas, luego la mosca blanca y el arañuelo de un plumazo se lo carga?
Llega la noche. Los cipreses solos. Las gallinas callan, las gallinas duermen en alerta calma. La casa se queda triste como el hombre, como un candil apagado. Las estrellas, al oír los aullidos del perro por los truenos de la tormenta, se esconden entre el sendero y la bardiza de las cañas.

Y al día siguiente, el hombre, nada más salir al huerto, se adentra, ve las estrellas florecidas entre las matas de los donpedros estarcidas y contentas.

El hombre hoy no necesita ir de compras, ni visitar ningún museo, ni viajar a París para levantar el ánimo. Le basta con las flores del donpedro.



1 comentario:

  1. Lo sencillo de tu mensaje, compañero, me volvió a estremecer. Un reencuentro con tu murcianía es lo que hace luminoso este domingo lluvioso.💞

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