lunes, 28 de abril de 2014

Molínea 37




Como un suspiro refulgente, como un rayo entrecortado he leído desde el final hasta el principio el trigésimo séptimo encuentro del Colectivo de poetas y cuentistas de Molina de Segura. Sí, digo bien, he leído de al revés, desde su conclusión al origen, para hacer interminable el delicioso fluir de esta lectura encomiable. Como una canción antioxidante, como quien escucha transportado el de Profundis de Mozart, como gato atento, quieto y embobado, antes estos textos me detengo, me deleito y me admiro de ver que en cada número, su calidad por su frescura, espontaneidad y atrevimiento, gana enteros, y toca ya casi las cumbres del Parnaso.

Nada más escuchar a Francisco Peñalver decir que leer es multiplicar nuestra vida por mil, sumergí mis ojos en el libro, y embebido vime en las páginas eternas de lugares deliciosos, tiempo y modos misteriosos, y tan dulces sabían a emoción y fantasías, que llegué a soñar despierto que mis días eran rico postre de chocolate y limón.

Y de pronto a mis oídos vino el grito incomformista, honrado y comprometido de Concepción Andrés Ortega denunciando a su manera juiciosa la moral e hipocresía de quienes predican harina, pero siembran sinrazón y cizaña.

Luego, Julián Gomez de Maya remedando a Valle Inclán o a cualquier otro don Ramón de Memorias amables y esperpénticas, comedias hilarantes, palaciegas y chocantes, se saca de sus malabares letras una divertida historia de suplantacíon de género e identidades que valdría por si sola como referencia del mejor género de comedias.

Y vengo a parar de nuevo al edén de Irel Faustina que se debate entre realidad y ficción, queriendo con lírica habilidad vampiresca robarle a la muerte su eternidad escondida, dejándome sin saber si fuera mejor ser tocado por el dolor del amor que haber nacido. Y en esta misma onda, por la senda de la magia, Juan Tomás Frutos se abandona al sentimiento, haciendo coincidir sueño y conocimiento.

Juan Benito, el poeta festivo, recuerda que nos detengamos, que no corramos tanto por la vida, no vaya a ser que dejemos atrás al alma y nos perdamos el color de la amapola. Y este mismo creador de rimas y embajador de letras nos adentra en una onírica historia de sueños compartidos y pactos de silencio, para que las palabras no deshagan los secretos que la realidad encierra.

Ibernón Valero entre nostalgias de elegías se duele, llora y se pregunta: ¿Cómo es posible que hoy salga el sol estando yo tan triste? Y deduzco del realismo doloroso y trágico de José María López Conesa, la injusta constatación y el sinsentido de que miseria, desatino y mala suerte vayan siempre de la mano.

Y gracias al relato de Meri Martínez paseo ahora por los alrededores de la Torre Mora, allá por los comienzos del siglo XI. Y dotado de aquella misma savia milenaria, viajero soy del tiempo, recorriendo aquellas viejas huertas del Medievo que son las mismas tierras en las que ahora vivo y que siempre cada primavera renacen solemnes y eternas. 

Con Norma García Coirolo descubro el poder, el de sus letras, y veo como una simple camiseta se convierte en sentimiento para ejemplo de aquellos que la llevamos puesta sin percatarnos de la belleza que circunda nuestro cuerpo. Y es que la palabra, es bálsamo de Fierabrás, resucita y sana aquello que masajea. Y aquel caserón de las glicinas, hoy ya en ruinas, pero las notas de un piano de madera negra cubierto con aquel mantón de manila, aún resuenan en el salón de nuestra memoria.

Y agradezco también a Josefina Pérez Amorós su recorrido por las pelis de mi adolescencia, aquellas, que en medio de tantas sombras y mordazas, nos abrieron los ojos a la amistad, al asombro, otros mundos y verdades.
Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín.
Por último, resaltar Apenas un par de mentiras de Juan Espallardo. No entro en el argumento ni en la trama de su relato. No hace falta. Muy significativos son los intencionados sustantivos y tan concentradamente elegidos por el pintor elocuente. El doble sentido de sus claras alusiones, agudas y quevedianas, se bastan por su ironía, concisión y enjundia:
La avenida de la Libertad, arteria que vertebra el caos.
La melancolía de las sombras.
El presidio del Cristo del Perdón.
El Cementerio de la Virgen del Olvido.
Reposan los muertos en el cementerio mientras penan los vivos en la cárcel... sin que pueda afirmarse quienes de ellos sean más libres ni cual de estas suertes sea la más envidiable.


2 comentarios:

  1. Impresionada me has dejado despues de escuchar una critica literaria en la que has hecho un resumen preciso y poetico de los textos que hemos escrito. Espero que hagas de vez en cuando algunas más para los proximos Molíneas. Me ha gustado mucho.

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