sábado, 5 de abril de 2014

Aforamiento




Me pregunto, si ante la barbarie, ambigüedad, contradicción e injusticia de nuestra civilización, cabe otro sistema. Nuestra sociedad, en lugar de evolucionar como parecía indicar su naturaleza, ha retrocedido más de un lustro. Hemos enterrado la esperanza. Nos hallamos hoy en el pasado. Sí, derribamos un muro, pero en su lugar hemos construido cientos. Y nuestros actuales niveles de pobreza, indefensión y malestar son los de aquellos años de la posguerra. Y aquellos gatos y perros que ayer merodeaban por los contenedores de los barrios ricos, son hoy nuestros hijos que intentan sobrevivir con las migajas y desperdicios de una organización que no tiene alma, que no funciona.

Y lo peor, no es haber perdido la fe en el futuro, sino creer que el futuro no existe, que ya se hicieron todas las revoluciones ¿Tan avanzado es nuestro sistema que cualquier revuelta política se apaga nada más encenderse? Y así cualquier reivindicación popular es engullida cual contrabalanza fiel en la misma susbsitencia del desorden establecido. El conformismo nos hace cómplices. Y vivimos en estado de culpa. Y si alguien creyera que estas palabras son un alegato al fascismo, no tiene ni puñetera idea de lo que lo que digo ni de lo que siento.

En el Castillo de Barba Azul, Steiner, propone una nueva reformulación del concepto cultura. También merecería una revisión a fondo nuestro actual concepto de sociedad, pues no en vano las reglas de juego que los padres de la patria, el imperio del dinero y demás emperadores ideológicos establecieron, nacieron de aquellos valores culturales, en su día predominantes, pero hoy caducos, a tenor de sus resultados adversos.

Y esas voces que nos llegan del desierto, de las mareas, los escraches, las marchas por la dignidad y otras defensas de lo público ¿no deberían ser escuchadas como nuevas señales por los aspirantes a políticos, nuestros candidatos a las europeas? Estamos en tiempos de encrucijada, nuevos retos y acometidas ejemplarizantes. En cambio nuestros gobernantes siguen dictando leyes de aforamientos y privilegios, apoltronados en el el viejo sillón de un espíritu cultural, monárquico, demodé y partidista.

Para mi que J. M. Barrie nos dejó la dirección equivocada para llegar al País de Nunca Jamás. Allí donde dijo girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer, debió decir, tomad el camino de la izquierda, el de las flores nacidas del asfalto, el de la utopía, si es que queréis llegar a Neverland, la Ciudad Soñada.

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