martes, 18 de marzo de 2014

Pan y bonito bajo el tejado de la casa vieja




Josefina tiene un pasado fuerte: desamores, depresión y divorcio. Esta muchacha es devota de todo tipo de experiencias ultrasensoriales, reencarnaciones, ángeles y otros espiritualismos.Y se desahogaba Josefina diciéndome que quería quitarse de en medio, de tan desengañada que estaba por los descalabros y cornadas de la vida. Yo la persuadía que se olvidara de tamaños desvaríos, pues sabiendo de sus creencias y adiciones, jamás se vería libre de sus angustias y desgracia:
Si, al menos, Josefina, no creyeras en cosas tan trascendentales, tal vez, sí: tras tu muerte, te verías libre del infierno de esta vida. No puede uno escapar de su vida tan fácilmente y menos tú, que crees en más de una.
No le valieron a Josefina mis palabras. Y a reglón seguido, tuvo como una premonición. Se acercó a mi cama, y casi con unción divina empezó por acariciarme la cara. Pasaba desplegada una de sus manos por mi frente, como queriendo absorber los pensamientos de mi mente, como si quisiera robarme el alma. Hasta incluso, una de las veces, arrimó su cabeza a la mía, y con delicadeza la puso sobre mi hombro. Luego buscó mi mano por debajo de la sábana, y mano con mano, las dos cogidas, con los ojos cerrados, estuvimos así un buen rato. Me puse tensa al ver los ojos de Josefina prendados de los míos con aquella unción enamorada. Ella siempre fue afectuosa conmigo, pero como una joven muchacha encariñada de una pobre vieja enferma, con los pies casi en las puertas de Plutón. Josefina siempre había sido amable, pero no tan escandalosamente y con afectos tan efusivos. Yo, al no estar acostumbrada a que me mostrara sus emociones de manera tan expresiva, me puse nerviosa y me desarrimé de la muchacha. Josefina al notar mi rechazo, se incorporó de la cama, y me dijo:
Carmen, tranquila, que no es lo que usted se piensa, yo tan sólo quiero proponerle un trato: ¿cambiaría usted su vida, sus ochenta y cuatro años, por mis cuarenta recién cumplidos?
Quería Josefina cambiar su cuerpo, mi vida por la suya. No me hizo la pregunta a modo de cumplido ni galantería. Habló con la sinceridad de quien está harta y desesperada. Su propuesta era descaradamente una transacción digna a tener en cuenta. A cualquiera de mi edad le proponen oferta tan ventajosa, como la de regresar a la edad de Josefina, y no se lo piensa dos veces . Negocio redondo: yo recobraría mis fuerzas, podría corretear con mis nietos, reduciría mis años a la mitad, recobraría mi antigua belleza y mis esperanzas retenidas, y no tendría que ir a hemodiálisis  tres veces a la semana a que me limpiaran la sangre de mis riñones de piedra.

¿Acaso Josefina no sabría que yo estaba muy orgullosa de mi vida? Con firmeza y llena de orgullo le contesté:
Ni hablar del peluquín, mi niña. Mi vida no la cambio por nada. Si tengo que irme para arriba, como esa flor que asoma por el viejo tejado de la casa su rojo satisfecho al cielo, aquí estoy. ¡No quiera Dios que tenga que volver a pasar lo que he pasado! Estoy muy a gusto con mi suerte. No vendo a nadie mis amores, mis sufrimientos, mis hijos, mis alegrías, mis muertos, mis victorias perdidas, mis derrotas ganadas, mis años de guerra y hambre, la gravidez de mis cinco embarazos, mis horas de setenta minutos de pie junto a la cinta en la fábrica de conservas, mi pensión tan laboriosamente conseguida, mi tiempo lavando ajeno, mi pausado acelerar en la máquina de coser reconvirtiendo ropa usada en prendas nuevas para mis hijos. El gusto de haberme comido un pedazo de pan y bonito sentada al sol de la puerta de mi casa, y a deshora, cuando la obligación se escondía, valen en oro todo el peso del mundo. ¡Josefina, que no! Yo no cambio la vida con nadie. Mi vida no está en venta.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho tu relato. Josefina es una mujer de bandera de esas que han trabajado por siete y a las que nunca se le ha elogiado ninguna de sus tareas.
    Enhorabuena.
    Un abrazo.

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