jueves, 12 de diciembre de 2013

Mañana, Dios dirá






Cada uno de los dos pasa la noche
con su propia inquietud,
como si a cada lado hubiera heridas
al contacto del lecho.
A su anterior esposo llora ella,
y yo, por mi otra esposa,
me lamento.  


Ghiyath ibn Ghawth al-Taghlibi al-Akhtal (Arabia Saudí, 640-710)


Fui a la cocina, y preparé dos vasos de agua con limón y una cucharada de azúcar. Nuestras bocas estaban resecas de tanto repetir las mismas cosas. Cerré el grifo de la cocina. Las cañerías de la casa crujieron a destiempo por el patio de luces. El aire compelido de la tuberías estalló haciéndome percibir la fugacidad del momento. Oí como un trueno gordo tras la culminación de los fuegos artificiales de una fiesta. Y otra vez, mi deseo irresistible se hundió en su cuerpo, en otra cosa contra otro hombre, acordándome yo también de mi primera esposa. Y quise ahuyentar su apatía, diciéndole como quien a si mismo se habla:
El pasado, por ido, no siempre fue mejor. Como tampoco lo fueron, querida, nuestros anteriores amantesLos recuerdos a veces son tortura, heridas aún abiertas. Echar la vista atrás es volver al inter faeces et urinam de un oscuro nacer a media noche. No es bueno respirar los olores de nuestro pasado. Cerremos las narices a los fantasmas del ayer. Vivamos este momento de aroma líquida antes de que la sequía de este amor cristalice su aliento en el lecho de otros. Que la vida, pájaro, hégira, éxodo en vuelo, dura el resplandor de un trueno sobre las nubes de arena de nuestro pestilente llover de ranas muertas.
Ella, luego de beberse de un trago toda la limonada, más recuperada de los recuerdos gafes, me dijo como si a ella misma también se hablara:
¡Maldito panta rei del fluir heraclitiano! Nunca olvidaré las hojas perennes de aquel día en el que vi al mismísimo Dios separar la luz de la oscuridad; y el orgasmo se hizo eterno. Ahora en cambio, ¡ni me acuerdo del color de la camisa que llevas puesta! No nos queda otra. ¡Remojémonos en la insignificancia de este chapuzón vital! Dotemos su brevedad de significación inmemorial. Somos flor de un día. Cuanto más breve es la flor, mayor es su colorido y perfume. La oculta discreción de este goce fugaz que ambos disfrutamos en este momento de fuego robado a Hefestos, ¿acaso no lo ves, querido, reflejado y proyectado cual Gamínedes en el espejo del firmamento?
Alcé mi cabeza y miré hacia la ventana. Luego acerqué mi boca a sus labios, y le dije con la misma pasión como si hubiese visto el nacimiento de Venus
Pues no. Yo no veo nada. Ahora, tan sólo tu cuerpo. Mañana, ¡Dios dirá!.

1 comentario:

  1. Excelente texto Juan. Su prosa tiene claridad y el mensaje llega frontal Ayer fue ayer, el Ahora es lo que cuenta. Un abrazo y felices fiestas tengas...

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