Me gusta mirar al cielo de vez en cuando; pero sin embriagarme demasiado. Que no quiero como Baudelaire perder la noción del tiempo. Una vez me vi dejado de la mano de Cronos, y caí abrumado al suelo. Por eso, en pocas ocasiones, alzo la vista al cielo. El día, por ejemplo, que murió madre. Un cirro de hielo ardiendo se posó entonces en lo alto de la aguja de la Iglesia Vieja. Señales en el cielo, desgracias en la tierra -diría mi abuelo.
Hoy, transportado soy por las melodías de unos versos:
Tras un pájaro de nubes negrasY esperanzado, dirijo mis ojos de nuevo al cielo. Sigo el consejo del poeta de L'Albatros. Pregunto la hora al pájaro, al reloj y a la estrella; pero ninguno me contesta henchido con canciones de alegrías. Al contrario oigo salir de sus gargantas broncas, gemidos.
encontrarás, amigo, una estrella
una estrella deslumbrante y bella
y un reloj de infinidad de estrellas.
Y dice el pájaro:
¡Qué más quisiera yo, como aquel otro ángel, deciros: magnum gaudium nuntio vobis! Pero endechas desesperadas son mis disecadas plumas. Que no hay arimateas que las icen y muevan. Si queréis nuevas de Navidad, estrofas de mazapán, no las encontraréis en mis vuelos apagados y aires bobalicones rimando, acudid más bien a las ruedas de prensa del Gobierno.Y me dice la estrella:
¡Qué más quisiera yo, alumbrar vuestros caminos con encendidos compases como flanes con canela y villancicos a lomos de camellos galopando! Pero, hoy, no hay nerudas que me inspiren romanzas ni alejandrinos al ritmo de panderetas con sonsenetes y trinos. Si queréis iluminarias de paz para agasajar al vecino, atravesar con buen paso el solsticio de invierno, o agradecer al amigo su peloteo y cariño, pinchad en aguinalderos punto com. Y bajaros de su nimbada nube el disco entero de su enchufado sino.Y por último dice el reloj:
¡Qué más quisiera yo, no ser un aguafiestas como el avinagrado poeta aquel de formas y reglas que para escribir un cuarteto hizo un máster de nidos y aguaeras, y luego vino a poner en pie quebrado los huevos en la nevera! ¡ Qué más quisiera yo, que nacieran de mi, ¡no saetas!, sino rorrós y nanas que endulcen pesadillas propias y ajenas. Pero, vedme aquí anclado en las mismas puertas del ocaso ¿Metido acaso el sol, servirán mis agujas para ahuyentar a los perros de la noche, a la comadreja de la muerte? Esclavo soy martirizado por las pilas de un vivir acotado y siniestro.Y visto lo visto, ya no quise preguntar ni a la ola, ni al viento, pues así las cosas, nada de lo que a mi alrededor habla me dará la buena nueva; pues todo lo que gime y canta es como el pescado que se muerde su cola mansa. Luego bajé mis ojos al suelo. Y oí que las campanas de la Iglesia Vieja voceaban el nuevo año, 2014.
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