Cambio semántico

A veces las palabras nos alejan de la realidad. Y más que mostrarnos su contenido, nos ahuyentan de su auténtico sentido. Ayer, (Tiempo de oro de las Letras), las palabras eran remedio, luz, sabiduría y sentimiento; hoy en cambio, (Evo de las palabras Mutantes), son atajos de mentiras.

Aunque tuvierais mil palabras: la palabra, la palabra está muerta.  (Canto del destierro. Kurt Wolfskehl) 

Matt Taibi, en su libro Cleptopía aconseja que llamemos a las cosas por su nombre. Y a la crisis, que la llamemos estafa, que es su término más adecuado. Y así este ensayista y periodista de Rolling Stone prefiere llamar por ejemplo:

Gilipollas, al Banquero Blankfein.
Mayor capullo del mundo, al expresidente de la Reserva Federal.
Banqueros criminales, a los banqueros emprendedores y codiciosos.
Vampiros, a los financieros.

Al ser la Lengua un elemento vivo, el Vocabulario se ve abocado a las fases propias de la vida: nacimiento, desarrollo y ocaso. Y así tenemos palabras que nacen y palabras que mueren, palabras que mienten, palabras que saben. Antes, si querías ser un ladrón, debías armarte de valor, salir a la carretera y desvalijar un carruaje. Hoy no necesitarás ni mirar la cara del lila de turno, para ser un vampiro financiero, te bastará con sólo, desde la distancia, apretar un botón y desarropar a miles y miles de inocentes.

Pero descubrir hoy el estado de salud de las palabras no es fácil. Para conocer con exactitud el grado de deterioro, su valetudo verbalis, hay que estar muy familiarizado con las técnicas de la narrativa, ser todo un avezado intérprete de los signos del lenguaje. O en su caso, tener la mirada lo suficientemente no contaminada por el oficialismo taxidérmico de las palabras. Dicho de otra manera, en los tiempos que corren, una nueva real academia global de la lengua se impone, nos amenaza. Y  más que velar por la pureza y propiedad de voces y palabras, su función es darnos gato por liebre. Embalsaman palabras muertas, y como vivas nos las venden.