miércoles, 27 de noviembre de 2013

Si Adelita se fuera con otro





Andrés se alistó como voluntario a la División Azul. Los ideales, independientemente de la causa que los inviste, son nobles. No importa que con su alistamiento Andrés apoyara a los nazis, pues Adelita, el día que fue a despedir a su marido a la estación camino del frente de Leningrado, veía en Andrés todo un héroe. Y muy orgullosa comentaba a sus amigas:
El amor no es estar atortoladamente unido, pegado físicamente al que amas. Hay amores en la distancia más orgásmicos que aquellos adosados a la mutua indivisibilidad física de dos cuerpos. El enamorado es capaz de horadar la noche, traspasar las concertinas del tiempo. ¿No dicen los poetas que el amor atraviesa barreras de acero, y que el tiempo y el espacio en sus manos desaparecen por la alquimia de su poder de fuego?
Pero la realidad es otra. Cuando dos personas dejan de verse, sus relaciones se enfrían, y transcurrido un tiempo, si te he visto no me acuerdo. Amar no es sino desear estar con el amado, gozar de su presencia. No somos ángeles.

Acabada la contienda entre alemanes y rusos en 1945, Adelita esperó a Andrés cinco años más. Y lo amó desaparecido durante ese tiempo como si estuviera con él a todas horas. Antes de quedarse dormida, miraba la fotografía de Andrés sobre la mesilla. Buenas noches, Andrés, -con ternura le decía. Y luego besaba religiosamente el portarretrato.

Pero Adelita de tanto no ver al marido por la mañana, se juntó con Rubén, un joven muchacho que a la sazón militaba en una cédula clandestina del partido comunista de Carrillo. Los ideales son nobles por encima del contenido que los enarbola. Todo fue más sencillo de lo que Adelita creía. Que al sexo no le importa cambiar de cara con tal de que el amor no muera.

Mientras el cuerpo es cuerpo, la infraestructura del sexo es la que aviva y despierta el deseo de estar juntos. No estamos hechos para amarnos en la metafísica hipostática de nuestras esencias eternas. Sin la armadura, sin el soporte presencial de la carne, en la fría distancia que separa Chinchilla de Monte Aragón de los campos de batallas de la Rusia bolchevique, es imposible que Adelita pueda seguir besando a su marido. ¿En qué parte del alma besaría Adelita entonces a su Andrés? 

Pasaron diez años. Y Andrés volvió del cautiverio a bordo del carguero Semiramis. Y encontró a su Adelita viviendo con otro.

Si yo pudiera, querido lector, por un momento convertirte en Adrián, ¿qué es lo que harías, si al regresar a tu casa, derrotado de una guerra contra la Unión Soviética, te encontraras a tu mujer acostada con tu peor enemigo, un militante del PCE? No sé. Tan sólo puedo decirte lo que dijo Andrés al encontrarse con semejante desaguisado.
Como camisa azul alistado a la Wehrmacht ayer proclamaba: "la patria antes que mi chica". Y hoy: "¡rediez!, que le den por saco a mi patria. Por ella perdí a mi Adelita"

2 comentarios:

  1. Que bueno, una cosa es la patria y otra las urgencias amorosas! Un abrazo, Juan.

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  2. La canción de Adelita, era una de las que cantaba con mis hermanos a pleno pulmón. Hoy he recordado su historia.
    Un abrazo.

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