miércoles, 7 de agosto de 2013

Refocilarse a gusto




Las vacaciones son para el ocio. Y los libros, su flor privilegiada. Y en este atardecer haraganado a la luz del blanco de los campanos me refocilo a gusto como lo haría don Quijote a los pies de la cama con Maritornes. Yo recreándome con la lectura de Grandes Esperanzas de Dickens; y el enamorado caballero refocilándose el sentido del tacto, teniendo bien asida por la cintura a la moza asturiana.

Y es que esta novela de Dickens me recuerda mucho al Quijote. La forma de su relato, la descripción minuciosa en su desarrollo, la cuidada adjudicación de sus epítetos, los nombres ingeniosos (onomatopéyicos) para su protagonista: Pip, Haendel, el extremismo tópico en la configuración física de sus personajes, el joven caballero pálido, la pormenorización de sus manías acentuadas, la humanización comparada con los animales: cara de pez, ojos de cabra, andares de oso...

Otra de las virtudes narrativas del autor de David Capperfield es el arte literario de congelar el tiempo, sobre todo cuando trata de relatar el ambiente del caserón de la señorita Havishan. En cuanto al fondo, al valor indeleble de los tema escogidos, al contenido filosófico de sus historias, Dickens me refocila el gusto de la lectura por la naturalidad novedosa con la que trata las tesis de siempre: riqueza y pobreza, nobleza y pueblo llano, corazón y frigidez de sentimientos... El lector de todas las épocas, puede, comparando su vida con el avatar de los personajes de la novela, proyectar sus frustraciones, purgar sus errores, librarse de sus miedos, revivir sus alegrías, sublimar sus carencias, crear sus propias realizaciones o en su defecto, enajenado, vivir en carne propia el ir y venir de los imaginarios intérpretes de Grandes Esperanzas.

El sentido práctico de la vida es otra cualidad que asemeja esta obra a la de Cervantes. La relación que puede haber entre Joe y Sancho Panza dan fiel prueba de ello. El tono irónico de sus aventuras, histriónico y casi esperpéntico, irreal y a veces cómico, como el de la señora y del señor Pocket. Este, estirándose de sus cabellos cada vez que tiene que levantarse de la silla; y aquella con su locura de nieta distinguida de ilustres barones al servicio de la corona.

No sé si es mucho decir que tanto Grandes Esperanzas, como Don Quijote de la Mancha son novelas capaces de refocilar a cualquier aventurero caballero que se atreva a entrar en el mítico aposento de estos dos libros que destilan por sus páginas la más sabrosa fruición y traza del sentido de las letras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario