sábado, 21 de abril de 2012
El canto de la alondra
La tarde pletórica de recuerdos nos lleva hacia el monte, donde cual fruta sazonada cuelga del pentágrama del cielo el canto de una alondra allá en los aleros de un barrio al que llaman Los Almendros.
Hace más de treinta años dejamos allí una ilusión envuelta en un primer hervor. Olvidado quedó nuestro vuelo y venimos ahora, vestidos con nuestra juventud escondida, a recoger los huevos de la canción de aquella antigua esperanza.
La casa nos reconoce al instante, nos abre sus puertas. Siempre de par en par estuvo para los rastreadores, los equivocados, los peregrinos sin norte ni fronteras, caminantes de encrucijadas de angosto paso y rutas de enjuto acceso. Llegamos como quien regresa a su antiguo hogar. Y Cayetano, al igual que antaño, sale a nuestro encuentro con su sonrisa sosegada, su abrazo, su sobriedad más sincera.
Fueron pocos los años que vivimos juntos, pero tan sabroso nos supo el pan que comimos a su mesa, que la hogaza de aquel dulce cocido aun rezuma por las paredes de la vivienda.
Inquebrantable en su honradez y firme en su testimonio, Caye nos mira tranquilo desde su enfermedad probada con esa complicidad tierna que sólo los que saben mirar el fondo conceden a sus amigos. El mismo placer, la misma inquietud, el mismo aroma purificado, atrevido y utópico de nuestros años mozos llenan ahora también la estancia. Su viejo y siempre renacido compromiso, tan rico en formas y experiencias, se funde con nuestras dudas y aventuras, nuestro realismo trágico, nuestro fardo tan lleno, como de costumbre, de grillos y amapolas.
Nuestra visita, como la tarde, sigilosa y suave, con su rito de magia y embrujo nos traslada al año 69. Vemos a Cayetano, un quincallero más, viviendo en una de las cuevas de “la rambla”. Allí, en las mismas escombreras de la marginación y el analfabetismo, en el corazón de la miseria, una alondra construye un nido de emancipación ilusionada. El oro de las margaritas al viento limpia como otrora la tarde preñada de un amanecer incierto. La coyuntura política de aquellos años, la dictadura del general, la explotación obrera sin brida sindical alguna, la connivencia entre la Iglesia y Estado obligó a este cura rojo, desde su pastoral más simple y sentida, a tomar partido. Fueron tiempos de denuncias, cárcel, persecución y atestados. Renunció a la paga del Estado que en aquellos tiempos de nacional catolicismo los sacerdotes recibían del Gobierno, para él ese dinero estaba manchado de sangre. Escogió como medio de vida la más honrosa profesión: vivir de su honradez en un barrio de trabajadores, albañiles, empleadas del servicio doméstico, gente sencilla, de sentir abierto, y de un querer a muerte.
En este día en que de la tarde brota un manantial de nostalgias y verdades, hemos venido a este florido pensil con la sola intención de abrazar a Cayetano; y henos aquí muy favorecidos por esta grata visita. Cayetano no olvida. Este hombre de andar fiel y de latir apasionado ha guardado durante todo este tiempo un trozo muy importante de nuestra vida.
A medida que la conversación transcurre por el divertido valle de anécdotas, referencias y semblanzas, su decir justo y pausado nos devuelve parte de la vida que con él vivimos en amor y compaña. Dos horas de un encuentro afortunado que convierte en feliz presente aquel pasado añorado, aquella nuestra nostalgia infinita.
La brisa de la tarde hoy en La Alberca es nuestro aliento, y en Los Almendros el aire renacido del revuelo de las alas de una alondra se llama Cayetano.
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Como siempre, leerte me transporta en el espacio y en el tiempo, a la vez que me invaden las sensaciones: olores, imágenes, colores... Enhorabuena.
ResponderEliminarUna también conoció y por esas mismas fechas a otros 'Caye', el barrio no era 'Los Almendros' , pero era un barrio popular
ResponderEliminarSus 'cayetanos' ayudaron a mejorarlo social y culturalmente y a traer la democracia
Dentro del dolor sería un placer leer un inmemoria cuando ellos nos digan adios tan hermoso como el que usted le ha escrito a ese maravilloso Dº Cayetano, Cayetano, 'Caye' para los amigos.
Un placer siempre leerle
Isabel (la de Zaragoza)
Me has llegado al corazón, Juan. Aunque aún seguimos en ese proyecto, siempre proyecto, en el mismo barrio y con la misma gente, aunque algunos ya no están, entre ellos ese Caye tan tuyo, tan nuestro, aunque el camino se hace duro; siempre es gratificante saber que no se olvida a ese profeta que hemos tenido la dicha de conocer y de convivir y compartir con él.
ResponderEliminarUn abrazo de nuestra parte. (Tere y Alfonso)