Soy lo que siento

¿Quién soy?

La verdad es que no lo sé. Soy lo que me inquieta, lo que me enamora; sé quienes son mis hijos, en qué ocupo mi tiempo, sé del frío de las alcachofas, de mis habas quemadas por la escarcha del invierno. Saber quien soy queda lejos.

Puedo decir que me gustan los dátiles, las almendras crudas, las ensaladas con apio, que aún quiero a la mujer con la que me casé hace ya más de treinta años. Soy lo que siento. Todas las mañanas al levantarme acaricio el nogal que me cobija, huelo la madreselva que me engalana, aspiro el azahar de los limoneros de la huerta, refresco mi cara con el rocío de la flor del romero. Y cuando los dolores arrecian restriego mis heridas con refriegas de áloe.

A mí me preocupa más el vivir concreto, me afano en atrapar la eternidad de este instante, pero se me escurre como un pez entre mis manos de agua, aún así no me resisto en darle algún día alcance. A veces me pongo mustio porque el atardecer se lleva el día, entonces toco la flauta para detener su ocaso.

Decir quien soy, eso es otra cosa. Ni siquiera sé lo que es el alma, ese tópico de poetas, saco agujereado por donde se me cuelan los sentimientos, por donde se me escapa el cuerpo. Con todo hay un “no sé qué” dentro de mí que me aprieta tanto que lo siento en el alma.