miércoles, 1 de febrero de 2012

Luna cascabelera



Siempre ansioso tras lo oculto, lo lejano, lo desconocido. Tal vez en otro tiempo te dieran el cromo aquel que hoy te falta para completar el álbum de tus peces de colores. Y de ahí ese afán loco de buscar por todas partes lo que perdiste, la manzana de oro que aquel ofidio te robó en el jardín de las promesas rotas.

Recuerdas ahora el viaje para recuperar la llave perdida de los siete cofres de los altillos del cielo. Hasta la otra cara de la luna llegaste, a su lado oscuro. Y dijiste:
Lo escondido, sólo escondiéndome, podré hallarlo.
Y te perdiste en la Luna. Estuviste en las mismas faldas del monte Haemus, muy cerca del mar de la Serenidad. Fuiste allá para saciarte con el fulgor de su boreal aurora, para beber la luz de sus senos transparentes, para embriagarte con la música de sus sirenas, y sumergir tu cuerpo desnudo en el río de sus poemas infinitos.

Pero la Luna se te rompió en mil pedazos, como aquella pecera, cristalina y reluciente, cuando de niño quisiste llenarla de estrellas. Nada de Parnaso, ni del canto cósmico del que habla Ernesto Cardenal. Ni música estelar tras el fondo sonoro del universo. Ni claridad lunar. Ni alas de plata agitando tu corazón enamorado. Nada de poesía. Sólo cráteres apagados, montañas de arena fría.

Creíste en la Luna como testigo y confidente, cómplice y garante de las declaraciones de amor que le hiciste. Y viste que la Luna no levantó las llamas de tu pasión, no hizo aullar al perro de tu carne hambrienta. No fructificó el grano de tu siembra.

Por eso hoy, tras esta desilusión lunar no te cansas de decir a la mujer de tus sueños:
Te odio tanto como te amo.

1 comentario:

  1. Una vez en el mar de la serenidad, la respuesta estelar fue contundente a la mujer de su vida...

    Bonico texto.
    Besicos

    ResponderEliminar