sábado, 25 de febrero de 2012

Ciprés seco




Asirse y desasirse. Huir y encontrarse. Lucirse. Encaramarse para ser destronado. Un juego de carreras y frenadas atiborrado. Inviernos a caballo de primaveras al galope de resoles y de heladas, y de llantos.

Entre la pérdida de la algarabía carnavalera y el encuentro azul del silencio enamorado.

La copa del ciprés reflejaba en lo alto la senda del agua. Lo vi componer hasta hace poco con sus penachos en el pentagrama del cielo su jubiloso canto. Llegó el tiempo y la sequía, ¡ay!, le robaron al árbol su savia, el aroma y su entusiasmo. La serpiente del frío le chupó su leche y el candor, el verdor, ¡ay! su encanto.

A la mañana siguiente, abracé con mis ojos el viejo tronco, y para mi sorpresa, sentí dulce y plateado su negror e indigencia, abriéndose paso entre los azules del día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario