Nada más empezar el juicio el acusado con toda educación alza su mano y pide la palabra. El Juez aquella mañana había desayunado churros con chocolate, o lo que es lo mismo: estaba de buenas; y le dice al que en el banquillo aguarda su venia:
Concedido, pero sea breve por favor.Mientras, el magistrado hojea su expediente: delito de faltas, amenaza, orden de alejamiento, insultos, o algo así como llamar zorra a su señora.
El acusado se levanta del banquillo y dice:
Señor juez soy alérgico a los ácaros que pululan como legión en esta sala. Necesito salir de aquí.El presidente del tribunal aparta de inmediato sus ojos de los papeles y le pregunta al fiscal y a la acusación particular si están conformes con que el acusado quede en libertad. Por supuesto todos se niegan en redondo, que no es moco de pavo insultar de aquella guisa a mujer alguna.
Por lo que el juez dando muestras de colegialidad obligada añade:
No existe razón alguna para que usted pueda ausentarse de la sala. Prosigamos.
El acusado molesto por la negativa interrumpe:
¿Quiere, señor juez, que le dé tan sólo un motivo para que me saquen de esta pocilga?A continuación el acusado comienza a quitarse la ropa, el jersey, la camiseta; y cuando el reo echa mano a su bragueta para quitarse el pantalón, el juez se dirige a los guardias:
¡Saquen a este hombre ahora mismo de aquí! El acusado queda libre. El término zorra tan sólo es un nombre, y este individuo, un provocador incorregible .
Irónico, ácido, mordaz; todos esos adjetivos le convienen a un texto como el tuyo, que satiriza el inconcebible desliz del juez que todos hemos sabido recientemente.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Breve, directo y divertido! Bien lo podríamos considerar un chiste.
ResponderEliminarPor cierto, te has ganado un enlace en mi blog. ¡Te lo mereces!
No se le pueden pedir peras al Olmo.
ResponderEliminarSalud.