Por caminos fronterizos entre Albacete y Murcia la senda del agua, un risueño arroyo de canciones tranquilas, nos lleva hasta la misma puerta de la casa. Aquí las estrellas lucen de día. Los pinos sostienen la pedregosa falda de los montes. Una chicharra nos advierte de que la brisa lleva en sus manos aromas de espliego y romero.
Herida la montaña llora con llagas de almagra la desaparición de un potrillo muerto la noche antes de que nosotros llegáramos. Mañana, aves de alto vuelo surcarán el cielo gracias a su alma embebida. La vida fluye y continúa. Y en compensación una cabra en plena comida nos sorprende con el parto de dos chotillos de oro viejo cuarteados.
La sierra es una larga muela de color cobrizo, adornada en su frente por múltiples oquedades, guarida y abrigo de los primeros moradores que se enamoraron de esta cruda y virgen tierra a la que el tiempo no ha dejado de amar cada día. Este trozo de paraíso se conserva permanente y cambiante como el primer día de su nacimiento. Pasar por aquí es aspirar la prístina bocanada del tomillo, tocar el instante, embriagarse con el níveo manto del cerezo, dejarse llevar por la mano del arce, estrenar el sendero, “los pasos con que camina el alma a su morada primera”. La esbelta elegancia de chopos y cipreses seducen al mismo cielo, que baja hasta besar con sus labios azules las temblorosas agujas de sus hojas de sed enternecidas.
Aquí todo es de oro. Oro es la corteza del viejo olmo. Oro es el terruño donde estamos sentados. Oro son las pequeñas piñas que nacen a miles de las dendritas de las ramas de los pinos. De oro es el alma de nuestros amigos y su hija pequeña que nos abren de par en par las puertas de su casa, original y única, a su propia imagen por ellos mismos construida, reflejo de sus sueños, deseo instintivo de su volver a la tierra, de su coherencia y armonía. Y es que como bien dijo el poeta: “aunque bajo la tierra / mi amante cuerpo esté, / escríbeme a la tierra, / que yo te escribiré.”
Aquí en el Mojón de Nerpio todo es fácil y agradable. Fácil y suave los pájaros hacen sus nidos. Fácil y embelesada la tarde se despide del día. Las gallinas y el perro viven en dulce compañía. Dicen que el silencio es mudo, pero aquí este domingo de nogueras y alegrías, en el corazón de la naturaleza, hemos oído fácil al silencio entonar dulces melodías.
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