domingo, 18 de septiembre de 2011

Divina borrachera




Sentado bajo el oro de sus alas, como aquella vez primera que los destellos de sus granos y fotones amanecieron mi mirada, extasiado le dije yo al parral de la cabaña de mis horas muertas, y por ende, vivas:
Soy la parra que me cubre; soy tu sombra; soy el verde de tu luz, la que retalla las hojas del aire que me tiene vivo; tan dentro del licor de tu bodega me siento y miro, que me confundo contigo, y soy tu frescor, tu vino; tu paladar: mi trigo; y yo soy tú, de mi adeene extrañado y desasido. ¡Y qué mística tan holística, y divina borrachera!
Y al instante el parral, cual un otro Paulo Coello a la contra y descreído, disconforme y sorprendido, dejó caer de los racimos el jugoso decir de su espirituosa esencia sobre el deslizante y discursivo alambique de mi cabeza hueca:
Gracias, Blao, te doy por el cumplido; pero no busques en mi cobijo el sustituto de tu ser ignorado y aburrido. ¡Que cada palo aguante su vela! Y es conocerte a ti mismo tu destino, sin renunciar a tu líquido y presencia. ¡Que no somos, amigo, dos en uno!

2 comentarios:

  1. Recuerdo cuando era niña ir a casa de mis abuelos paternos a la huerta y sentarnos a tomar el fresco debajo del parral...
    Una reflexión muy buena debajo de esos racimos que hablan al estilo de ese señor que nombras
    Besicos.

    ResponderEliminar
  2. Tengo alabanzas para el humor negro y no puedo más que sacar de mi morral y darselas en puños. un abrazo querido amigo de años Rub

    ResponderEliminar