domingo, 28 de agosto de 2011
Lluvia de esperanza
Cansado de un viejo y oscuro sueño he pasado la noche sacando estiércol del pozo negro de mi impotencia encenagada, que aún huele a fango, a sobaco extraño la cabecera de mi cama. Mis manos sin las suyas. Triste presencia de su tangible ausencia, aroma perdida de su corteza firme y suave, feraz y abrillantada.
He subido hasta su talle por ver si los vientos de mi soledad desarbolada se airean con la sombra del follaje que alimenta mi sed resquebrajada.
Acostada junto a la acequia la mata de la calabaza se despereza seductora delante de mi cuerpo derribado, la tierra sepultada. Que la calabaza sabe que he sido abandonado y quiere enjugar la tosquedad de mi dolor de gleba, levantar mi aliento con su balsámica desnudez provocadora.
Sus hojas erguidas, núbiles encajes verdes, cubren vergonzosas la intimidad de los repliegues de sus pezones removidos. La luz y la clorofila y el sudor del agua, vivos reflejos de la mañana, combinación atractiva, engalanan de novia a la planta que se revuelca amorosa, fresca, sensual y apasionada, con dignidad y elegancia sobre el tálamo de mi vientre, el bancal del huerto.
Sus trenzas enraizadas, turgentes tocan las puntas de mis pies quietos. La bondad de sus caprichosos dedos se enredan entre las pestañas de mis ojos hueros.
Siento tristeza del surco fecundado, del arado, de la humedad de mi suelo, del rubor del labriego acalorado, de la vagina de la flor acariciada por una abeja privilegiada y presta.
Las campanas amarillas de la calabaza cantan alegrías al vuelo de mi mirada apagada y mustia. Que ya no sabe que hacer la calabaza para ser vasija, senos y alambique del lodazal de mis sudoraciones frías. Ella quiere devolverme la pasión de este momento, el aroma del día, la leche de su pecho. Pero ni la más hermosa de las cucurbitáceas enciende la llama de mi habitación a oscuras.
Que hoy es fiesta para sus raíces recién regadas y quiere enlagunar y enamorar la calabaza a la tierra con su crujiente carne, su afrutada pulpa, cabello de ángel, esperma de pepitas desgranadas, lluvia de esperanza cubierta, reja hendida y satisfecha.
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La calabaza como motivo de inspiración...y siempre tu genial manejo de la metáfora...
ResponderEliminarFelicidades.
Un abrazo
...Esa calabaza de producción propia,seguro.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con Rosa, dominas exageradamente la metáfora.
Besicos salados.
Enhorabuena por el relato de París
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