¿Te acuerdas, papá?
Hoy tras cuarenta y siete años de haber compuesto la famosa sinfonía
"Post festum, festum", Francis Mauer sentado en su sillón de ruedas junto a su hija, frente al balcón de su residencia a las afueras de Donau, escucha el cuarto movimiento de aquella su brillante composición que trajo de cabeza al mundo de la música. Mauer le contesta a la muchacha:
Debo agradecer a mi escasa memoria la conciencia de que nada de lo que hice es patrimonio de mis hazañas. Y este paréntesis del pasado sobre mis espaldas livianas me hace vivir el presente sin fronteras ni nostalgias, sin apegos ni avaricia.
La hija recubre con una manta de colores calientes aquellos brazos que con su batuta mágica trazaron sobre el aire los mejores compases que se han escuchado en auditorio alguno. El padre atrapa cariñosamente la mano de la hija; y añade:
Es la primera vez que escucho, hija, este fragmento. El arte no se casa con nadie; tiene la virtud de mostrarse siempre nuevo, eterno, libre y virginal; como el fluir constante del agua de este Canal, que siempre pasa y nunca regresa; como aquellas nubes que se escapan tras las azoteas sin dejar sobre nuestras cabezas rastro alguno de su carrera fugaz.
La muchacha acaricia ahora los dedos sarmentosos y fríos del padre. Y le dice a Mauer:
¿Acaso no fuiste tú, padre, quien compuso "Post festum, festum"?
¡No, hija no! Yo sólo me limité a poner en el pentagrama las notas que me dictaba el alba cada mañana después de hacer el amor con tu madre en aquel albergue de los Picos de Europa.
Bellísimo. Verdaderamente el artista pone delante de nuestros ojos la esencia de la vida, esa esencia que tantas veces rechazamos, esa fuga de sentido que es la que precisamente puede ofrecernos momentos tan sutiles como la anécdota que acabas de escribir. Por qué el mundo actual se empeña en ser tan prosaico y se distancia tanto de la poesía. Porque amigo, las palabras de Mauer son poesía pura. Un fuerte abrazo. Miguel Ángel de Liter-a-tulia.
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