jueves, 14 de julio de 2011

Evanescencia


"... mi breve oscurecer en el espejo"
(María Teresa Cervantes).

La lentitud de la tarde condujo mi cuerpo sin rumbo hacia el cénit erudito a la violeta, apogeo inflacionista de mi vanidad sin fuste y tránsito hacia la nada. Mi figura quedó tapada por una pátina de miel de arena, que aún hacía, si cabe, en un principio, más reluciente mi forma envuelta, diluida y homogénea.

Al día siguiente la suavidad imperceptible de otra tarde calurosa de nuevo acarició con otra ráfaga cristalina, más espesa, la corteza de mi cuerpo abatido en el desierto de otro cuerpo sin fronteras. Las formas abstractas de la masa ondulada, las limitadas rectas de mis brazos y piernas, muñones, vectores mochos, empezaron a mostrarse partes indefinidas de un todo irreconocible en una estepa celeste sin contrastes de colores.

Luego, otra tarde tórrida, y otra, y siete veranos, y miles de capas más sobre el mismo cuerpo ya cansado. Y el relieve de mi geometría escondida quedó reducido tan sólo a silueta sin extremos; y confundido mi yo particular, poco a poco y muy deprisa, se convirtió en el amorfo mar de arenas muertas, etéreas, infinitas allá en la altura.

Los que por allí pasaban se esforzaban con el recuerdo por si aún podían adivinar quien habitara dentro de aquellas dunas de olvido y cachipolla.

Han pasado ya muchas tardes de brisas perecederas y ventiscas bisiestas. Las aves del cielo revolotean sobre la llanura inmensa, lisa y plana, sin orografías ni latidos, ni accidentes. Y ni el buitre negro huele ya mis huesos.

La rapidez del tiempo, como el vaho, difuminó mi cuerpo en el espejo. Y rápido con la toalla humedecida quise limpiar el cristal, por ver si podía ver mi cara, aún al menos reflejada; pero para entonces vestigio alguno de ella ya no había.

1 comentario:

  1. infinitas gracias insigne escritor y poeta por hacernos confidentes de tus bellas y profundas letras, un besin de esta amiga admiradora.

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