Llevo un tiempo queriendo saber la verdadera razón del suicidio de Cesare Pavese.
Aquella calenturienta noche de verano de 1950 ¿qué es lo que movió al poeta del abismo a atracarse de pastillas en la habitación 346 de un hotel de Turín?
¿Es tan hermosa Constance Dowling (a la que le dedicó los bellos versos Verrà la morte e avrà i tuoi occhi ) como para merecer que el autor de El Oficio de vivir se quite de en medio por haber sido repudiado por esta actriz norteamericana?
Dicen que las armas las carga el diablo, ¿y qué diablo puso en el disparador de la débil voluntad del depresivo, asmático y fatigado escritor de Lavorare Stanca dieciséis envases de somníferos? Si no fue la actriz estadounidense, ¿acaso fuera la señorita Tina, la mujer de la voz ronca, o Fernanda Pivano con quien quiso casarse, y se evaporó tras la lluvia una tarde a la salida del teatro con otros amigos? En cualquier caso, vista la afición amorosa de este hombre, la mujer considerada en su conjunto, absolutizada, fue sin duda el detonador que acabó con las ganas de vivir de un individuo siempre amargado por causa de las mujeres.
Dicen también que cuando agonizamos los seres queridos que nos precedieron en el tránsito de la muerte vienen a los pies de nuestra cama. Tal vez lo último que viera Pavese en su lecho antes de perder el último aliento fuese a su padre moribundo que le pide por favor a su esposa que llame a la vecina que tiempo atrás fuera su amante, que quiere despedirse de ella. La madre del niño Cesare se niega en redondo.
Poca consideración de sí tiene Pavese como para, con sólo decirle una corista no quiero volver a verte, se le quiten al piamontino las ganas de escribir. No más palabras. Un gesto. No escribiré más. No me volverás a ver.
Pavese quiere amar en una sola mujer a todas las mujeres del mundo. Por sus infinitas ansías y prisas, tal vez por ello, fuese un eyaculador precoz, como dice Marta Rivera de la Cruz, un hombre atormentado y culpable por un deseo frustrado de amor y compañía. La mujer en concreto lo que quiere es que el hombre se desentienda de todo y se concentre en ella. Y si se sintiera una mujer amada en otras, se sentiría engañada.
La mujer por lo que representa de ideal, belleza, perfección, complemento del varón, simbolización y mito, entelequia y sublimidad, metáfora y referencia misteriosa, realización y poesía, fue sin duda la causa del derrumbe psíquico de un hombre ya de por sí de carácter culposo y enfermizo. Nadie puede culminar la conquista del amor perfecto. ¿Alguien de nosotros acertó a enamorarse de la mujer completa? ¿Por qué siempre los hombres nos enamoramos de la mujer equivocada, de la mujer imposible, de la mujer del otro?
Uno no se mata por el amor de una mujer, uno se mata porque un amor, cualquier amor nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada.La mujer en abstracto es una conquista inútil. Todo lo más que un hombre puede conseguir de una mujer es su carne, su cuerpo, si me apuran, su calor espiritual, nunca su alma, porque el alma como la belleza en abstracto es inasible, inalcanzable. El amor antonomásico es una pasión frustrada. Tan alto coloca Pavese el concepto de mujer en su mente que le es imposible hacerse con el corazón de su hipotálamo etéreo.
Estoy de acuerdo con esa frase que dice que uno no se mata por una mujer, sino por otras cosas. Ya en el Quijote se culpa a Marcela del suicidio de Grisóstomo. Pero esa acusación es temeraria.
ResponderEliminarLos suicidas tiene querencia por la muerte, muy superior a la querencia por mujer alguna.
Un saludo, amigo.
Interesante comentario sobre Pavese. Yo creo que lo que quería simplemente era poder amar a una mujer. Su alma atormentada, su manía de soledad y su carácter depresivo se lo impidieron y no pudo resistirlo.
ResponderEliminarGracias por acercarnos a este genial poeta.