Esta mañana me levanto arrastrando los pies, mi alma por los suelos. ¡Si al menos lloviera! Con la novedad de ver caer el agua, sentado y embebido como una babosa junto al cristal de la ventana, las cosas ¿quién sabe? ¡a lo mejor me sonreiría el destino!
Pero el cielo no está para llover, ni para reír, que andamos en tiempos de cacofonías, apocalipsis y crisis.
Mi hijo es aficionado al Universo. De hecho estudia astrofísica, y tiene apuntes y libros de Cosmología, Materia interestelar, Fluidos galácticos, etc. Para entretenerme o matar el tiempo, (al fin de cuentas ambas ocupaciones son lo mismo), cojo al azar una revista de su mesa de estudio. Y leo textualmente en la sección Viajes, Ocio y Rejuvenecimiento:
Si quieres que tu nombre gire en órbita terrestre durante el futuro, dirígete a Send Your Name Around the Earth. La Nasa tiene proyectado mandar tus datos en la carga del satélite Glory. Tu nombre será grabado en un microprocesador que formará parte del equipo del satélite Glory. Y si así lo decides, recibirás un certificado de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio el cual te acreditará como navegante in aeternum alrededor de la tierra.Es cierto que durante el resto del día no llovió, no pasó nada extraordinario. No hizo falta. Después de haber enviado mi nombre y mis apellidos a la Nasa, me sentí animado, divino, cual vector trasmutado atravesando inmortal los portales del cielo.
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