"Decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, salieron ayer a la calle para protestar pacíficamente contra "la precariedad" en Lisboa, Oporto y otras ciudades portuguesas, en la mayor movilización que se realiza en este país al margen de partidos y sindicatos desde la revolución del 25 de abril de 1974".
(El País 13 de Marzo de 2011)
Todos los caminos llevan a Santiago. Y hoy no sólo se cambia el país a través de los partidos. Para los de mi generación, acostumbrados a que la política sea el fac totum y nos saque las castañas del fuego, nos da que pensar que tal vez tengamos que buscar nuevos caminos, nuevos mimbres con los que tejer el costal de este mal repartido mundo. Si ayer nos tocó desacralizar a Dios, tal vez ahora nos toque desacralizar la política.
Hoy mismo José Coy, sindicalista murciano, dice en socialismo21. "es imprescindible converger con la que nos esta cayendo. Hay que crear nuevos espacios, nuevos escenarios que sirvan tanto para la lucha social, como para colocar una agenda social que sirva para que la ciudadania conozca que hay otras políticas, otras corrientes de pensamiento, porque hay otro mundo posible, y no sólo el que nos están vendiendo diariamente".
Hechos como el de Portugal no cesan de repetirse por todo el mundo. Acciones ejemplares encabezadas por una generación desesperada y que sin intervención alguna de las instituciones político-sindicales sacuden nuestras conciencias, y ponen en jaque al mismísimo sursum corda. La globalidad impregna de conexiones múltiples la más mínima iniciativa en las redes sociales. No se trata de una deslavazada anarquía sin más. Es todo un nuevo método organizativamente espontáneo a tener en cuenta por su capacidad a la hora de la toma del Palacio de invierno.
Algo se mueve, hay algo diferente.La gente empieza a manifestarse sin el techo de unas siglas, sin llevar el paso de una misma ideologia, como diciendo hay que levantarse pero no sabemos a donde ir. Espero que todo cuaje en algo mejor, que de algún modo se puedan unir las fuerzas de la esperanza o de la desesperanza que no sé si vienen a ser lo mismo.
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