El sexo efímero de las flores

Cuando ayer dije que a la escritura le agradezco el adquirir de mi humanidad mayor conciencia, hoy al empezar a leer Fragmento Primero, veo que hay, como Juan Ramón Jiménez, quienes alcanzaron con creces esa meta:

Los dioses no tuvieron más sustancia de la que tengo yo: Yo tengo como ellos la sustancia de todo lo vivido y de todo lo porvivir. No soy presente sólo, sino fuga raudal de cabo al fin.

Y me siento como el hijo de un gran señor que vivió, aún antes de haber nacido, una infancia rodeado de riquezas y de afectos; y conforme avanzo en mi órbita terrestre hacia el ocaso, más me veo limitado en mis posibles, desahuciado de la casa de mi padre. Dudo cada vez más de mi existencia, de las perspectivas de un sobrevivir por siempre esperado y expectante.

Y acompañado de mi corta entendedera y experiencia no asumida, salgo al jardín del huerto de mis flores y las veo con el sexo erguido haciendo el amor sobre el verde tan temprano de un marzo que se me escapa de las manos, o mejor me voy yo de su regazo. Y no sé si reír o lamentar, alegrarme o maldecir los andares que me llevan confundido, unas veces por caminos de luces y verdades, y otras por veredas de mentiras y de olvidos. Y me detengo en los interrogantes del poeta. Y para mí que sus preguntas son gritos, llamadas insistentes de socorro de un hombre sorprendido más por las sombras, que por la luz blanca y deslumbrante de todo moribundo al traspasar fugaz el túnel:

¿Esperan (las plantas) más que verdear y que frutar; esperan como yo lo que me espera; más que ocupar un sitio en la luz, más que vivir como ya viven, como vivimos, más que quedarse sin luz, más que dormirse y despertar?