La mujer esta mañana le deja una nota al marido. Y más le deleitan las palabras que le escribe a su hombre, que el amor que hicieron de prisa y corriendo en la cama antes de despedirse. Ella cree que puede estar tocada. ¿Distorsión de la realidad, desviación sexual, relación objetal, fetichismo verbal...? No sabe, por eso escribe:
Entiéndeme, marido. No digo que mi corazón sea una oenegé y yo su sangre bombeando filantropía por los cuatro costados. No soy un macropliego firmado reivindicando el cese del canibalismo totémico desperdigado por los cuatro puntos del planeta.
Digo, que estoy asombrada que en este pequeño cofre que es mi cabeza, quepa, sin estar, el ancho mundo. Hablo, que parece imposible que el Amazonas, la Muralla China y los siete Mares de la Tierra, con sus trescientos grados de visión, cuelguen de mi cerebro como si sus paredes fuesen la Pinacoteca galáctica, y yo el espejo del cielo donde se refleja entera la Tierra.
No me refiero tampoco a esa analogía a la que los neurólogos aluden para insistir en las concomitancias sinápticas entre el Universo y nuestra corteza cerebral, como si la metáfora, el simbolismo, fuese más real que la naturaleza misma a la que aluden. Res cogitans versus res extensa.
Tampoco esta mañana estoy tan puesta como para decirte, marido, que el amor infinito que por ti siento pesa mucho más que los apenas trescientos gramos de un corazón derretido.
Simplemente, marido, te digo que no lo entiendo, que te amo más cuando no te veo. Cuando te vas, crece mi deseo. No me explico que tengas que irte para yo darme el gusto. ¿De qué están hechas mis ganas por ti? ¡Tienes que irte para sentirte cerca, íntimo y tierno! Precisamente siento más tu entrepierna ausente, tus pensamientos nobles, mis deseos. Recorro palmo a palmo tu cuerpo de hombre lejos. Tus manos grandes y fuertes más me tocan desde la distancia, no viéndote, que teniéndote encima de mi.
No comprendo, marido, como tampoco entiendo a mi corazón, ni a mi mente, que parecen sentirse más felices en el camino que recorren para encontrarte, que luego cuando ya te encuentro, y dentro de mi en persona estás todo entero.
Será que la distancia abre el apetito...
ResponderEliminarBuenas relaciones personales son las que se necesitan para entender la vida anónima de muchas mujeres.
Como siempre sabias palabras las tuyas amigo Juan.
Besicos.
¿Por qué será que ocurre tantas veces?
ResponderEliminar