martes, 11 de enero de 2011

Nereo desanimado




Noche cerrada. Todo un día de ajetreo y desasosiego por mares de un once de enero entre lluvioso y revuelto. Mil y un día de prestado en piélagos ajenos. Tan sólo le acompaña de lejos la cetrina luz de una sorda caracola en su mano temblorosa de sombras tristes y alargadas. Cansado, quieto, escorado y viejo. Se desprende de lo único que lleva: el quitón de lana, su bastón y el reloj de arena. Lo deja todo con solemnidad y discernimiento sobre la piedra limpia; y al momento un hambriento golpe de agua arrastra sin dejar rastro sus pertenencias al fondo del acantilado de un mar de músicas enrabietado. Lo mismo pasará con su híbrida esencia de identidades opuestas, dentro de un instante, si no hay Doris o Nereidas que vengan a levantarle el cuerno.

De pie está en la roca frente al mar enfurecido, ese mar que como Yanira siempre le fue fiel, y ahora rebelado. Dispuesto a que el estoque de una ola le traspase con la espuma de su nada, sangre blanca, y devorado ¡Él, que fuera ganadero de legiones de peces y capitán naviero, padre de los siete océanos y tres mil ríos! muy pronto transformado en plancton de crustáceos, alga, sueño, estrella de mar guillotinada.

Y en la silenciosa bocanada de un año tan nuevo cual vencido, Venus Dione de pronto, la discípula preferida del dios de las olas, sobre un tritón enamorado, con sus pechos juveniles al viento frío y del norte amanecido, emerge refulgente del fondo de un coral marino. Y aún siendo noche cerrada, Nereo percibe su hermosura. Y en un abrazo inesperado, Venus entre danzas y canciones le besa fuerte en los labios y le dice:
“No te aflijas, Nereo, que tu mar es infinito"

1 comentario:

  1. me enamoro, un besin de esta asturiana que te da las gracias por deleitarnos y hacernos soñar con tu maravilloso y magico texto

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