viernes, 7 de enero de 2011

Desmantelamiento


Esta mañana miro la cara de desilusión de un niño. El niño contempla como un trabajador del ayuntamiento desmantela el belén de la plaza. Al pequeño no le entra en la cabeza que todo haya sido un montaje. De la noche a la mañana, todo patas arriba: el nacimiento, reyes, estrellas, bombillas y cometas. Su colección de sueños almacenados durante estas fiestas, todo se le viene abajo. Y al hilo de esta triste estampa de un niño hundido, recuerdo aquel álbum perdido de mi infancia.

Tendría yo siete años. Aquella tarde, al salir del colegio, llegué corriendo a mi casa. En mi mano sudorosa llevaba dos cromos, los últimos para completar el álbum de peces.

¡Me hacía tanta ilusión tener los peces de todos los mares del mundo! Más de doscientos sumaba la colección: la caballa, la trucha, el lenguado, el salmonete, la sardina.... Bien había valido la pena perder las dos onzas de chocolate de la merienda, canjear todo el taco de mis más de cincuenta estampas repetidas, por aquellos dos raros ejemplares que me faltaban.

En el ropero, bajo el arca, donde mi madre tenía apiladas las mantas del invierno, guardaba el coleccionable. Con aquella gacha de harina que yo mismo hacía y con la ansiedad propia del momento, cual meteórico velocista a su paso por la meta, me dispuse a pegar mis dos últimas adquisiciones: el rodaballo, ese pez plano, parecido a una pelota deshinchada, capaz de escabullirse de sus raptores tomando un disimulado color, y el abadejo, pescado de los mares de Argentina, casi sin raspa, de gustoso comer y digno merecedor de su monacal nombre.

Fue un duro golpe comprobar que el álbum había desaparecido, que debajo de la vieja arca ya no había nada. Tan sólo encontré la carpeta vacía, desguarnecido caladero de mis birlados y evaporados peces multicolores.

Ni tan siquiera el prometido y anhelado paseo con mi abuelo al parque de las palomas me devolvió la ilusión. ¡Tantas apreturas y correrías, para nada! Busqué por alto y por bajo, cielo y tierra removí; pero el bullicioso banco de mis peces, casi todo un año de faenar por misteriosos mares, nunca apareció. Y con el cuadernillo extraviado, al traste se fue la recompensa de mi colección: una pecera que regalaba la casa patrocinadora de la marca de chocolate que se anunciaba en el sobre de los cromos.

3 comentarios:

  1. cuantas ilusiones se nos quedan perdidas en este camino, un besin de esta asturiana .

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  2. Una lectura tan entrañable como profunda, Juan ¡el gran teatro del mundo! Unas veces actores, otras espectadores, o montadores de decorados. Somos comparsa y gazmoñería. Pero ese niño interesado en conocer y coleccionar los peces de todos los mares es una campana que nos despierta a nuestras potencialidades. Un abrazo

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  3. ¿ Y no apareció el album por ningún sitio? Qué pena.
    Mi madre también me enseñó a hacer "gacheta" de harina para pegar los cromos de chocholates Elgorriaga, los cromos eran de monumentos españoles...Así conocí algo más de Geografía...

    De todas formas el mensaje y la foto del desmantelamiento se entiende.
    Besicos.

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