Cuanto más mientas, mejor escribirás. Y a lo mejor, hasta consigues convertir en sexo o en hamburguesas tus palabras, y así tengamos hoy algo que comer o celebrar.¡Ay lo que yo daría con ser un embustero escribiendo! Mi lenguaje dejaría de ser pamplinero, cortés y mojigato. ¡Si yo fuera capaz de decirle a la Guille que la odio porque apesta a zurrón de peregrino en chanclas! Envidio a los que escriben con la sinceridad de su decir instintivo, soez, provocador y fullero. Sus párrafos sacuden de placer hasta sangrarme las meninges de mi atención encandilada. Pero no sé. Mis relatos no suman nada nuevo a la vida, son su copia más aburrida.
Y la Guille de nuevo a la carga:
¡Deja ya de escribir desde tu verdad secuestrada, sal de la cruceta de tu catedral encumbrada, y miente, bellaco, con la honestidad de tu escritura directa y a secas! Es bonito vivir, pero es mejor hacer panes de amor con las letras!Guillermina, mientras observa como las dos gaviotas se dan el pico encima de la veleta, sentencia:
La decisión por la mentira es el revulsivo de una inspiración enriquecida. El realismo trágico encorseta tus historias y las vacía de su candor utópico. Improvisar lo imposible es la tarea del escritor, y la improbabilidad, su lógico efecto. El estallido literario brota de la ceguera del tapiado de una puerta falsa, del espantapájaros que canta, de un fetiche que siente y habla. Bretón diría: "¡no será el miedo a la mentira el que me obligue a bajar la bandera de la imaginación"!Una de las tórtolas se pierde ahora en los ojos de la Guille. La otra, desde la azotea de su repentina soledad, niega con su cuello inquieto lo que desea, ¡que no nacieron las tórtolas para ser rabo de sartén ennegrecido, sino parejas luminosas en celo.
La Guille lo que quisiera es que yo en lugar de ajustar y medir las palabras como un taxidermista, jugara con ellas. Por eso me recalca:
¡Es tan bonito el vuelo de las tórtolas como exquisito el juego de las palabras!
Es un texto espléndido, de verdad es exquisito y magnífico. De buena gana lo firmaría yo. Pero el escritor tiene que tener inventiva, ha de poseer el don de elevarse como esas dos tórtolas, de viajar en el tiempo y en el espacio, de imaginar la belleza más sublime y la fealdad más repulsiva...
ResponderEliminarQuien se limita a decir nada más que la verdad en Literatura es
-más que un creador- un notario de la vida. Y ya sabemos que los notarios ganan mucho dinero, pero no ayudan a los demás a fantasear para escapar de su prosaica realidad.
Verdad o mentira, cada vida relatada es nueva vida y el buen relatadador que la relate es un nuevo dios creador.
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