Tu hermana insistía como una pesada:
No puedes ir a comulgar sin confesarte lo de Marieli....
Padre, me acuso de curarle a mi amiguita el pinchazo de una avispa
¿Y qué?
Padre, es que a Marieli la avispa le picó en los labios! Y sin querer tuve que besárselos.
Como si le picara en el culo. En sus labios rizados besa también la brisa al mar con el consentimiento de Dios, y sus olas por eso no cesan de reír.
Es que yo, mi padre calasancio, le besé la boca.
En la boca le besa la noche a la luna llena y las mujeres se vuelven locas como dioses feraces.
Entonces, padre, ¿de verdad que no cometí pecado?
¡Qué no, hijo! Los curadores de mordeduras extraen el veneno de sus pacientes chupándoles allá donde la serpiente le haya venido en gana picarles. ¡Acaso es pecado el beso que el sol le da a la tierra todos los días, y nos trae tan dulce su amanecer!
¡Ya lo decía yo, padre! pero mi hermana, insistió tanto, que no he tenido más remedio que venir a confesar.
Entonces que venga tu hermana, ¡que yo le enseñaré a ella cuando un beso es pecado!
En este mundo traidor y miserable hemos confundido el sólo hecho de vivir en un pecado. Amar y convivir están en permanente veda desde hace miles de años. Y el miedo a vivir avanza devorándonos las entrañas. El solo vivir nos asusta. Me ha gustado mucho, mucho, Juan... No me canso de leer todo aquello que, por más escrito que esté, nos sigue sacudiendo la humana conciencia.
ResponderEliminarConfesión sin penitencia.Me gustó mucho.
ResponderEliminarUn saludo.
Jájajaaa...excelente!. Te movés con elegancia entre los diferentes tipos de textos, y eso me encanta. Un beso.
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