Me sorprende su escasa presencia. Nunca creí que de cuerpo tan insignificante pudieran brotar tan hermosos textos, su contundencia, la rebeldía de su verbo, su provocador estilo. A veces el anonimato, la humildad de la palabra, el no saber quien la dice, viene bien, si queremos preservar nuestro juicio de dependencias absurdas, desvaríos injustificados, bastardos silencios. De haber conocido antes su débil figura, su irrelevancia, su voz indefinida, su fragilidad encanecida, no sé si hoy andaría tan encaprichado de sus libros.
Lo veo por primera vez en un programa de Televisión. "Doy gracias a la literatura porque me ayuda a entenderme a mi mismo, y además porque me interpela a diario con sus preguntas nunca resueltas."
Acostumbrado a extraer vigor y convencimiento de la lectura de uno de mis autores favoritos, y al escuchar ahora desde el cómodo sillón de mis verdades de fieltro y caña, su hablar tan escéptico como dubitativo e inquieto, me digo: ¡éste no es el hombre recio del que por mis lecturas yo sabía! Su llaneza, la ausencia de afectación, su empeño en toda la entrevista por romper una lanza en favor de los personajes que a la sombra merodean por el salón principal de las grandes obras de la literatura, me devuelven sin embargo el aprecio que por este escritor siempre he tenido.
Y en este amor que el escritor dice tener por las personas de rango menor, elenco anodino, que alimentan tantas ingeniosas novelas, me detengo esta mañana; y rindo homenaje merecido a posaderos y campesinos sin nombre, a las Marías sin apellidos, amas de llaves, sobrinos y recaderos, cabreros y pastores. Y abrazo a las Pepas y Pepes sin estirpe ni abolengo, y a tantos otros mártires anónimos, arrieros, que se sacrifican día a día por la literatura en mutis obligados y vulgares.
Los personajes secundarios me son tan cercanos como queridos. Freud diría que ello es consecuencia obligada de mis complejos. Pero yo no me avergüenzo de mantener con estas personas de rango menor amistad privlegiada e íntima. Me encuentro a gusto con ellos. Y más me hacen reír y llorar las ocurrencias de un lacayo, el discreto apunte de una criada, que las carcajadas o los ayes de un number one. Y mis lágrimas se confunden con la sombra sin cuerpo de una mujer desconocida; y las risas de los obreros ignorados con su nómina mojada en vino me embriagan, me dilatan por dentro.
Ya nadie se acuerda de aquel droguero que le vendió los azules y la hoz al Van Gogh de La Siesta, como tampoco sabemos qué fue de su pequeño negocio de la calle Trapería, que tuvo que cerrar porque se lo comían las ratas de los impuestos.
· Comparto con tu entusiasmo tu homenaje a toda esa gente que mueve el mundo, la gente sencilla, la simple, y no a aquellos cuyo relumbrón pretende hacer opacas nuestras miradas.
· Saludos
CR & LMA
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Estimado amigo, cuantos personajes secundarios en la vida? Los personajes principales a quienes se les rinde pleitesía, tampoco me emocionan. Inflados, hechos de miles de piezas, pies de barro en la mayoría de las veces... Cuántos auténticos? como sieempre en su prosa rinde homenaje, sencilla directa, sin ornamentos y azulada... un abrazo rub
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