miércoles, 27 de octubre de 2010

Un prisionero corriente



"Dígame, ¿qué diferencia hay entre mi existencia y la de un prisionero corriente?" (Katherine Mansfield)


La eterna pregunta: ¿Quién soy? Y el clásico lema: nosci sauton en el frontispicio del templo Apolo. Y la socrática respuesta: yo sé que no sé nada.

El cartero viene a casa y quiere saber si mi nombre se corresponde con el de la citación que debe entregarme en caso de que yo sea su destinatario. Se quita la gorra en forma de saludo.
Usted se llama...
Estoy absorto en la lectura del relato En la bahía de Katherine Mansfield. Y tan identificado con su protagonista me veo, que le digo al hombre:
Yo soy ese tal Jonathan a quien usted busca.
Muy mala espina me dan estas notificaciones oficiales. Y la del cartero lleva membrete del Juzgado de Registro y Residencia. El funcionario se vuelve a poner la gorra, como para hacerse valer y ser respetado por lo que (no) es.
No me ha oído usted bien bien. Yo pregunto por el señor Eleuterio Ramirez.
¿Qué diferencia hay entre Eleuterio, en caso de que ese sea yo, y la del cuñado de Linda? ¿Qué me separa de aquel otro prisionero que cumple condena en la cárcel de Sangonera? Mi existencia transcurre aquí amurallado entre cuatro limoneros, una pregunta y una valla de cipreses que esperan robarme el aliento al más mínimo descuido. Y aquel otro reo emparedado allá en su hotel de barras y picoletos a los pies de Carrascoy, espera, como yo, su libertad para ser recluido de nuevo. Yo, aguardo entre el humus de esta tierra y el deseo de completar mi tránsito de la mejor manera, por ver si me convirtiera en repollo o berenjena. Y el indocumentado sujeto, clavado a su esperanza de ser liberado de nuevo, para ser apresado otra vez en la playa de los cristianos.

Tanto para el subsahariano sin papeles, para el ficticio Jonathan de la Mansfield (el hombre de la voz crepuscular), como para mi, la mejor solución, la más inteligente, es decir a este recadero de mierda y madero del gobierno, que nos toma por chiflados, que no sabemos quienes somos ni cuales son nuestros nombres, porque se los llevaron, cuando nacimos, sus perros.

2 comentarios:

  1. Siempre es un placer leerte. Mucho más si estás acompañado de tan bella mujer neozelandeza, que a los diez años sabía que su destino era escribir, pero en su primer libro nadie la pelaba. Quien soy? pregunta de dos palabras, pero un laberinto de ellas que no se acomodan para definir una respuesta. un abrazo Rub

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  2. Me gusta cómo creas tu propio laberinto de ideas y principios, para hacernos caer en él.
    Muy buenas tus letras, como nos tienes acostumbrados.
    Y la cita a la escritora.

    Un beso.

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