El árbol era viejo; y el rostro de su corteza, severo, como la vieja protagonista del cuento de un escritor y antiguo colega de tiempo, letras y abrazos."Mujer madera" llama este amigo al personaje principal de su relato http://senddero.wordpress.com/2010/09/19/mujer-de-madera.
Llevo ya unos cuantos veranos sin su aireada sombra, sin su abanicada hospitalidad, sin pisar la azulada alfombra de la jacaranda. Y hoy todavía, cuando vienen amigos a casa, echo al fuego los leños secos de su ayer esbelto talle, velamen ahíto de ocasos y amaneceres, hoy hambrientos, para hacer carne a la brasa con el sol ardiente aún guardado en sus resistentes huesos.
Y hoy al leer el cuento "Mujer madera" de Sendero (así se hace llamar su autor itinerante) recuerdo que cuando corté la jacaranda y vi su interior, en contraste con su amargura de fuera y las quebraduras grisáceas de su corteza, me impresionó sobre todo su carne limpia y blanca, su jugo a mujer ofrenda, sensualidad, pudor y vuelo, el mismo sabor a niña de la octogenaria del relato de mi amigo.
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