Anoche oí en el parte que esta madrugada, exactamente a las cinco y nueve minutos, llegaba el otoño. Salgo fuera. No me quiero perder este cambio de agujas, cruce de trenes en la bóveda celeste. Miro al levante, por donde viene el día. Y el laurel enfrente de mi casa no me dice nada. Me doy la vuelta al poniente, por donde pasa la acequia entre tumultos de cañas. Es de noche y no veo sus jopos lilas. Allá arriba al mediodía, oigo a la luna nerviosa y extrañada que se abre paso ligera al mar entre nubes de marrones entristecida:
¿Qué hace este loco, levantado a estas horas?Y el haz de su luz blanca en intermitencias sobre las hojas de los limoneros parece un reflector de cárcel en momentos de huida. Los presos se ahogarán en su escapada, esposados de nuevo por su finitud perseguidos.
Sigo con mis ojos clavados en las nervaduras del cielo enmarañado de interrogantes. De pronto entre los cipreses asoma la cabeza Martín Heidegger. Porta en su mano derecha "El ser y el tiempo", parece, más que un filósofo, un místico-poeta con su bombín y cayado. Y en la otra, escrita lleva una pregunta en las rayas de su palma que pone: ¿Qué coño es la existencia humana?
Eso te pasa por salir en zapatillas a las cuatro de la madrugada a ver si cambia la estación meteorológica o no.
ResponderEliminarA esa hora pasan los fantasmas de los filósofos preguntándose por el sentido de la vida humana y, claro, a ti te invade el existencialismo y te quedas hecho puré psicológicamente.
Y para colomo aunque ya sea otoño en el calendario y en El "Cortinglés", sigue haciendo un bochorno asqueroso.
¡Porca miseria!
Un saludo filosófico.
Me ha gustado mucho eso de las zapatillas del tiempo, esas que no se quita nunca, ni de noche.
ResponderEliminarEnsoñador relato y encantador el paseo nocturno que nos regalas.
Un mirar a otro lado diferente, al que está lejos de la rutina y de las prisas.
Un beso, Juan.
Como siempre tu prosa es excelente, pero tu actitud ante la vida es de asombro... un abrazo rub
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