La semana anterior las nubes se habían despechado a gusto. Durante todo nuestro itinerario la cuenca, el valle y el viejo pueblo de Riopar, al dulce compás del agua, melodiaron para nosotros su mejor concierto. Y encontré aquella canción de Serrat en la que el autor se extasia diciendo que el agua es la historia, el rumbo, la vida, el mundo.
¡Ay agua!, que me da sed nombrarte,Seguí buscando; y di también con la voz quebrada y bronca de un Camarón apasionado:
agua que le puedes al fuego,
agua que agujereas la piedra,
agua que estás en los cielos
como en la tierra.
¡Ay como el agua! si tus ojillos fueran,Y tras escuchar ambas canciones me dije:
si tus ojillos fueran aceitunitas verdes
toda la noche estaría muele, que muele,
muele que muele...
Entre Camarón y Serrat va hoy el agua. Estos dos artistas expresan, cada uno a su manera, lo que yo en la sierra del Segura sentí o quise sentir aquel fin de semana. El agua: una estupenda metáfora referida al amor y la vida.Y me bajé las canciones. Las guardé en un compact.
Esta tarde llevo en el coche a la pequeña a casa. Y el cedé encendido. Serrat canta ahora si el hombre está vivo, el agua es la vida. De pronto la niña desde su silleta de atrás me dice:
Abuelo, mira, me estoy bebiendo la vida.Vuelvo la cabeza y veo a la niña sonriendo con su botellín en sus labios que saborea cómplice y con placer el agua tierna de sus cuatro años.
El agua es desde luego la vida, como dijo la pequeña de tu relato.
ResponderEliminarHay un canto a la hermana agua, casta y limpia. Creo que está en el "cántico a las criaturas" de san Francisco de Asís.
Está hecha una gamberrilla últimamente.Mira que beberse la vida...!
ResponderEliminarJuan