viernes, 9 de julio de 2010

In somno pacis

Soy Simone Freire. Mi trabajo consiste en dar forma a los sueños de aquellos que quieren ver la luz de su sombra. La consulta la tengo en la parte de allá de los cipreses que dan al río Sambre.

Era lunes cuando vino a verme. Lo recuerdo porque el buzón de la publicidad estaba atestado de propaganda. Se llamaba Luciano Blanco. Tras una resonancia magnética le informo que su dolencia no es de mi incumbencia.
El conducto del núcleo del hipotálamo lo tiene obstruido, señor Blanco, su enfermedad es irreversible. Dado que esta zona del cerebro regula los estados de vigilia, usted nunca....
Luciano era un hombre como todos, pero con un dolor distinto. Sus ojos escocidos por el agotamiento de un mirar permanente. Las grietas de sus lagrimales infectadas por el lastre de un reflector siempre encendido. Bajo la luz tísica del día trabaja como repartidor en una empresa de mensajería. Entrega pedidos. Cuando llega la noche en el barreño de su llanto pone las costras de sus pupilas a remojo. Durezas que no ablanda el agua tibia del olvido. Jamás supo lo que es dormir. Siempre centinela al acecho de la brisa de un sueño que nunca llega. Luciano siente todas las horas, sobre todo las de la noche, reconoce el demonio de cada una: la campanada del dragón, la hora de la serpiente, la del gallo, el toque de maitines, el vuelo enamorado del falso fantasma, el trajinar carnicero del sacamantecas, el tañido de la santa compaña, el arrebato lujurioso del vampiro adúltero...

Yo sólo sé de sueños, no de insomnios -le dije.

Desahuciado, Luciano acude a la curandera la “maga churrusca”. De esta mujer se cuenta que con sus artes y brebajes hizo renacer del muñón de un manco los cinco dedos de su mano perdida en una serrería.
Dormir es lo que más anhelo en este mundo, mi buena sanadora. El azufre de la noche me destroza el iris. Mi esperanza es tenderme en un lecho de ilusión y plasma, escuchar el murmullo del silencio. Las ramas congeladas del almendro se alegran porque hojas de savia caliente pronto abrigarán su tembloroso cuerpo de escarcha; pero yo, cartero de sueños ajenos, desnudo me veo de ellos. Mis ojos al raso. Siempre despierto.
Allá donde vaya a dormirse, señor Luciano, encienda esta vela negra, y antes de que la llama se apague, quedará usted como una marmota, completamente traspuesto.
Fue entonces cuando Luciano Blanco me visitó de nuevo. Yo antes ya le había dicho que si la santera le daba cualquier remedio, que no tuviera inconveniente en volver, que con unas sesiones de hipnosis le enseñaría a regular su insomnio con algunos ejercicios básicos de autocontrol inducido.

Antes de tenderse en el diván Luciano enciende fervorosamente la vela que le había dado la santiguadera. El aroma que despide la cera, inunda su tálamo enfermo, y un dulce dormir pinta al instante de sueños la mente de Luciano.

Con voz confiada le pregunto:
Señor Blanco, soy la doctora Simone, dígame, ¿dónde se encuentra?
Estoy, ¡por fin dormido! a la orilla de un tumultuoso río, el río Sambre.
No tenga miedo, yo velo su sueño.
Y lo dejé descansar un buen rato.
¡Abra los ojos, señor Luciano! después del vivir y el soñar, viene lo que más importa: el despertar.
¡Maldita bruja! se pasó con la candela. Doctora Simone, este sueño es una losa, ¡ayúdeme por favor, no puedo abrir los ojos!
Nada pude hacer, tan sólo pagar al marmolista la inscripción que mandé grabar en su lápida: “Beati dormiunt in somno pacis”.

4 comentarios:

  1. Es un privilegio para mi, como pocos, leer sus cuentos.
    Independientemente del tema a tratar o la manera de abordarlos, siempre brillan por si solos y de eso el mérito es solo suyo.
    Espléndida esta historia, espléndida la manera de contarla y mejor aún ese final, que sinceramente me sorprendió. Me dejé llevar.
    Un cuento 10. Mi enhorabuena.

    Un abrazo.

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  2. Ay Juan, que no me olvido de ti...
    Como me gustan tus comentarios,llenos de talento y mucha enjundia...
    Sólo tengo tiempo de hacer entradas cada noche y viistar algún que otro blog...Eso que estoy de vacaciones pero, estoy con mi madre que ayer cumplió 89 años, está fenomenal pero le tengo que dedicar parte del día...
    Besicos salados desde el Mar Menor.

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  3. Probando, probando...es la tercera vez que intento introducir un comentario. Probando, probando...

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  4. ¡Vaya! Parece que el señorito Google me va a permitir elogiar al excelente autor de este cuento.
    En los dos comentarios fallidos te hacía un análisis extenso de esta narración en la que se aunan acción, humor negro y sorpresa final.
    El léxico es enjundioso y coloquial cuando se requiere.
    ¡A ver si sale este comentario!

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