viernes, 16 de julio de 2010

A destiempo

Lo que veo, lo que me cuentan, como el humor de los ingleses, no me impresiona al instante; tiene a veces lo que vivo un efecto retardado. Y aquello que me hiciste ayer, aflora hoy en mi sentir, ¡después de tanto tiempo!

Aquella pedrada tuya de niño me rompió una ceja. En aquel momento, caliente la herida, no me dolió apenas. Y seguí jugando contigo.

Y es ahora, tras muchos amaneceres, tantos que el sol cojea, yo camino doblado y tu andas enterrado, que aquel odio que te tuve sin saberlo, irrumpe de golpe en este momento con el agobio de un mediodía en verano a cuarenta grados de rencor.

El reloj de mis sentimientos anda retrasado; y yo, a contracorriente. Cuando repican a misa, voy al trabajo; y cuando toca llorar, me destornillo de risa. Soy más raro que un piojo verde. En ocasiones, intempestivo me solivianto antes de que me ofendan; y en otras, casi siempre, reacciono a destiempo, como si conmigo no fuera la cosa.

Viví contigo cien años y nunca dejé de amarte. Tuviste que morir para saber lo poco que te quería.
Yo tengo un amigo muerto
a quien quise sin querer;
mi amigo hoy viene al huerto
y me pregunta por qué.

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