miércoles, 23 de junio de 2010

Dos en uno


















Después de veinte años de casada y en contra de la bendita opinión de algunos naturistas y sociólogos de que el hombre es bueno por naturaleza, me veo obligada a decir, que tal parida es una mentira como la copa de un pino. Por supuesto tampoco comparto la salvajada de aquellos que dicen que los humanos somos fieras dispuestos a devorarnos por quíteme usted esa paja. Pero después de haber pasado por el matrimonio afirmo con todo el convencimiento y la sabiduría que mi experiencia conyugal me otorga, que los humanos somos de natura promiscuos hasta el corvejón. En el costal de nuestros cromosomas anida tanto el gusano carroñero como la miel de romero.

Desde que mi padre, antes de llevarme al altar me dijera: nena, a tu marido dale todo lo que te pida, que no tenga que buscar en casa ajena lo que le falte en la suya,yo siempre había procurado colmarlo como buena esposa. Pero una no siempre tiene a mano todo lo que un hombre pide. Es por eso que aquella víspera de su cumpleaños quise sorprenderlo con un regalo. Pensé en comprarle una correa que al mismo tiempo le sirviera de tirantes.

Mi marido por su hechura es desgarbado de hombros y desvencijado de barriga. Todas las mañana lo veía delante del espejo recomponiendo a trancas y barrancas su desproporcionado talle. Si la correa le ceñía bien, los tirantes le holgaban. Y lo mismo al contrario. No había manera. Su cuerpo se le escapaba como un resfrío por las costillas de su desentablillada osamenta. Pero a pesar del surrealismo de su figura, mi marido era el hombre de mi vida. (Y yo la tonta el haba).

Le vendrá bien, -me dije- comprarle un mismo aparejo, que al tiempo que le sujete bien los pantalones desde los hombros, se los apriete a su justo centro a la altura del ombligo, guarneciéndole bien todo su resto empaquetado. Busqué por bazares y supermercados sin resultado alguno. Me ocurrió lo mismo que aquella vez que quise comprarme una freidora con su pela-patatas incorporado. Por más que pateé ferreterías y tiendas de electrodomésticos, no hubo manera. Tuve que comprar ambos elementos por separados. Lo mismo me pasó con la correa y los tirantes. El anuncio de dos en uno no dio resultado.

De vuelta a casa y pensando en la cara de alegría que pondría cuando le diera el regalo, se me cayó el alma a los pies. Vi al sinvergüenza de mi marido morreándose con la pelandusca de la churrera de la calle de abajo.

Por supuesto el día de su cumpleaños se fue a la porra. El pastel de tarta al güisqui lo esclafé en la misma vidriera del escaparate de la churrería y en el soporte del cristal embadurnado de nata escribí para que todo el barrio se enterara, la churrera es una puta.

Luego vinieron las inculpaciones y los silencios, las justificaciones y los reajustes maritales.

Lo de la churrera, - me decía aún el cínico-, ha sido sólo un calenturón sin más. Podría acostarme con mil mujeres, pero tu siempre serás la dueña de mi corazón.

Una mujer dolida es como un lúcido zahorí capaz de alumbrar agua en un desierto. Así que le dije:
No se folla sólo con el cerebro, el occipital o las meninges -le contesté acalorada. Cuando una jode, guapo, lo hace con el cuerpo entero. Como mujer, quiero que se enamoren de mi corazón, por descontado; pero también de mis tetas, de mi cabeza, de mis sentimientos, de mi alma. Y la churrera no tiene n`a más que grasa.
Hasta entonces nunca se me había ocurrido sacar conclusiones de los hechos. “A pan quemado ya no hay remedio”, me decía, pero las infidelidades le avivan a una la mollera. Y comprendí que no es posible encontrarlo todo: pela pata-tatas, freidora, tirantes, correas en un mismo establecimiento y de una sola pieza; por lo que me busqué, no otro hombre, sino un hombre más. Uno para el corazón y otro para la cabeza.

2 comentarios:

  1. jaja.
    Perdone usted las risas pues esto que nos cuenta podría ser un drama. Por fortuna la mujer ha salido más inteligente que su marido y nos podemos permitir el lujo hasta de reirnos con las desgracias. Las conclusiones son de perla, Juan, tus explicaciones son exquisitas en el detalle, como siempre.
    Me ha encantado. Y la foto ¿qué decir? sin comentarios, ya lo dice todo ella.

    Un abrazo.
    P.D: Felicidades, hoy es su santo. Que lo disfrute mucho.

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  2. jajajajaja... ¡Qué bueno, Juan! Tiene gracia y miga, mucha miga. Tu pan siempre tiene mucha miga, bien horneada la corteza, bien tostadita por fuera, como a mí, personalmente, me gusta el pan y la escritura ¿o no es pan la escritura? ¡FELICIDADES! Llamarse Juan no pasa de balde en el calendario, hasta los astros se acuerdan para marcar la fecha. Y un fuerte abrazo

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