sábado, 19 de junio de 2010

Dios y sus circunstancias

Ha comenzado la sombra melancólica de la memoria -dijo Saramago, cuando aún estaba vivo, a la muerte de Torrente Ballester, sin saber o aún sabiendo (los hay que lo acusan de vanidoso) que otros al morir diríamos lo mismo del escritor portugués recientemente fallecido.

No soy quien para interpretar palabras de nadie, que aquel que las dijo se bastó solo; pero la actitud persistente de Saramago por el tema de Dios y sus circunstancias, o el factor Dios como a él le gustaba decir, demuestran su preocupación emancipadora: extirpar de esta sociedad insolidaria y ambiciosa la mala hierba: la locura de esta mierda de mundo en que vivimos. Y en esta divina intención profiláctica coincide Saramago con los grandes místicos que tuvieron que abdicar de la ortodoxia, de su orgullo, tuvieron que matar a Dios para dar con su sustancia. Hay quienes cabreados con las injusticias de Dios se alejan de él sin saber que ese será para ellos el trayecto más corto para encontrarlo.

Tiene la obra de Saramago (no sé si la de José de Sousa también) un carácter claramente sacrílego que le lleva al encuentro comunitario con los demás, sobre todo con el otro, los oprimidos, hasta el punto de hacer suya aquella célebre frase de Dulce Chacón: Yo soy aquel que eres.

Para un ateo normal, Dios es indiferente, hablar de él es perder el tiempo, pero Saramago no puede pasar de Dios; porque Dios no es sólo un problema, es el problema, la causa del mal, el culpable. Y querer a toda costa extraer de la cultura ese complejo de Dios, de pecado y absentismo, instrumentalización inquisicional y moralista, es su obsesión, porque quiere restablecer la inocencia divina, aunque para ello tenga que abogar por su inexistencia.

Saramago se atrevió a retar a Dios. Toda su escritura desde el Evangelio según Jesucristo hasta Caín, su última obra, es una verdadera antiteología sagrada. El mismo se declara incrédulo. Y cita a Tertuliano: "Creo porque es absurdo". Y llama a Dios asesino, pues en su nombre a lo largo de la historia se mataron muchas vidas. Ordenó Yavé a Abrahan que matara a su hijo. Incluso el mismo Dios tuvo a bien enviar su hijo al mundo para que lo crucificaran. Razones no le faltaban a Saramago para retar a Dios tal como lo hizo a lo largo de su vida. Y en ese duelo personal del escritor con Dios, entramado va el amor y el odio, el despecho y el dolor. Y sin caer en el pesimismo, pues como buen nieto, para Saramago lo mismo que para su abuelo, aquel que acostaba a los lechales en su cama para que no se murieran de frío, el mundo es muy lindo, y siempre se muere uno "demasiado pronto"

No hay comentarios:

Publicar un comentario