martes, 4 de mayo de 2010

Poder telúrico

Primavera del 2010. A bordo de un barco urbano escorado en los caladeros previos a la Democracia. Unos amigos frente al mar en el salón de una casa en la playa, el descanso del guerrero. Hablamos de lo divino, de lo humano, de política, esa rara avis hoy tan defenestrada y hundida; y tan necesitada de ser rescatada, sobre todo en estos momentos de crisis, caldo de cultivo, a huevo de la explosión de un nuevo facismo. Nuestra conversación animada por la ausencia de un compañero muerto, marido de nuestra anfitriona, se detiene en la franja temporal de los cincuenta a los setenta, esa silenciosa derrama olvidada por los analistas de la historia.

Los vencidos de la guerra, convencidos, y moralmente estimulados por la solidaridad de los pueblos democráticos del entorno, resistieron hasta los cincuenta. A partir de esta fecha la esperanza en la Restauración desaparece organizadamente. Y surge un letargo asistemático, sin siglas, disfrazado y a veces hasta diluido en las mismas instituciones franquistas. Y este rescoldo permanecerá anónimo hasta el sesenta y siete, por poner una fecha que coincide con aquella ley raquítica para la Reforma sobre el asociacionismo político impulsada por los tecnócratas de aquel entonces y que fue el pórtico de lo que hoy todos llaman el periodo de la Transición en España.

Los amigos aquí reunidos fuimos partisanos de aquellas clandestinidades y algaradas juveniles. Y aún veo ahora en sus caras el resplandor de las llamas de aquel coraje militante reflejado a contraluz en los cristales de la sinceridad del vino compartido.

Una vez la Transición ultimada, los partidos en la brecha acuñarían sus batallas, ocuparían sus escaños, rentabilizarían sus victorias ayudados, entre otras coyunturas, del marco (la moneda) social demócrata. No es el resentimiento el que le lleva decir ahora al que tiene la palabra que la etapa de los cincuenta a los setenta aún permanece en la penunbra, sino una constatación. Tampoco es un contestatario el que a continuación afirma que en la Transición quedaron muchos cabos sueltos y que si no se ataron del todo es porque era imposible hacerlo en aquellas circunstancias. Entre Ruptura y vuelta a las andadas decidimos la Reforma; pero ahora sí es el momento de saldar las cuentas -dice otro-, de resarcir a los muertos, de terminar de reconstruir del todo la Memoria. La madurez de nuestra democracia lo permite y también así lo demanda -añade un tercero.

La historia de nuestro país en aquellos años (yo pienso que siempre) se hizo a ritmo binario: (1) Un impulso fáctico (los poderes registrados) movidos por la fotosíntesis política, a plena luz del día. (2) Y el otro, telúrico por su soterramiento y parecido con el humus, el abono de la tierra. Los dos movimientos sin saber ellos mismos de su compenetración combinada hacen germinar el grano que luego será el pan dorado de los derechos para todos tras las primeras elecciones democráticas allá en junio del setenta y siete.

Estos dos compases, el telúrico y el fáctico, aunque sean hijos de la misma melodía por definición no van de la mano. Pueden coincidir en el tiempo. Y a veces uno de ellos tiene su especial relevancia. Pues bien en España el periodo que va de los cincuenta a los setenta responde más al movimiento telúrico, amorfo, sin nombres ni apellidos, patria de los héroes oscuros. Y esto dicho así, aunque parezca una reivindicación para que los historiadores nos desvelen los nombres y apellidos que configuraron este movimiento, no lo es, ni lo intenta. Al menos por lo que a mi respecta, pues pienso que el alma de las revoluciones no tiene género ni calificativo, por su esencia es pueblo. Y así debe permanecer incólume por su generosidad desinteresada, ajena al protagonismo. Pues como dijo el otro, por definición nació para desaparecer en favor de la misma evolución histórica.

Ya es tarde. Alguien dice nos vamos, mañana tenemos que trabajar. Y el mar se despide de nosotros con un beso de azul intenso, invisible, telúrico, pero determinante y real.

1 comentario:

  1. Muchos comentarios hemos hecho al leerte y sentirnos actores de tú escrito. Fué un día especial. Bueno.
    Te copio aquí algo que también provocó aquel encuentro:
    PRIMAVERA EN MAZARRÓN- MAYO 2010
    (Podría Juan L Bermúdez haberse expresado así, el otro día…)

    Con el sol, en el mar, con mi Isabel, estamos juntos éste día de primavera tan tierna y luminosa. Hay flores de buganvilla en la mesa, comida, cariño y sorpresa con el encuentro de los amigos. Yo también estoy y disfruto. No es ni mi santo o cumpleaños, pero os debía ésta convocatoria.
    Estamos mayorcitos, guapos y folloneros. Comemos y bebemos bien. Nos hemos hecho algo sibaritas. Tenemos muchas risas y tenemos fuerza y entusiasmo para mantener una buena conversación sobre política e historia, de ahora y de la transición. Sobre todo de nuestra transición. Las opiniones son variadas y acaloradas, a veces muy contrapuestas. Nos exaltamos, tenemos serenidad para disentir. Se escuchan opiniones y puntos de vista, rumiables a posteriori. Estamos contentos por estar juntos.
    Cómo me gusta estar aquí! Quiero participar al escribir sobre nuestras épocas pasadas, la transición, mi vida, nuestra vida.

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