jueves, 22 de abril de 2010

Electra


Antes que los demonios invadan la habitación, la madre, como catapulta, con la agilidad de un rayo, se lanza a la estancia donde su hija duerme un sueño azul. La coge entre sus brazos y se la lleva a su cama. El cuerpecito de la niña queda como diluido, perdido entre los repliegues de una madre canguro, hámster engullidor de su propia cría. Piensa que su hija es su propio cuerpo, que las cosas no deben repetirse sin necesidad, que “non bis in unum”; así que estrella contra el suelo el “realtime processing” de la cacofónica vida de la niña.

En ese momento el diminuto dispositivo electrónico que su hija tiene insertado detrás de la oreja se dispara como se dispara el alma tras la muerte. Su hija con su silbante ring-ring-ring es un despertador a deshoras; luego el sonido de la alarma se hace más débil, “the program aborted”.

La madre se da la vuelta en la cama. Duerme tranquila sin la pesadilla de que sus hijos fueron la equivocación de un proyecto averiado.

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